27/11/11

La fiesta de la democracia

Hace una semana en España tuvimos elecciones al Parlamento. Solo hace una semana. Durante el mismo día del domingo, pero hace siete días, los periodistas, los políticos y un buen sinfín de adeptos a la causa hablaban de “celebrar la fiesta de la democracia”. Se les llenaba la boca con el acto de ir a votar, con la elección ciudadana y un largo etcétera. Todo el ambiente era festivo. Todo era una ¡fiesta!
Ha pasado una semana y Rajoy, nuestro candidato ya electo, dice que “no es el momento para fiestas, España no está para eso”, (ver enlace). Como este artículo no va por aquí, omitiré decir algo sobre tan estimable y loada voluntad. Lo cierto es que no quería hablar sobre lo que Rajoy dice una semana después de haber dicho lo contrario. Hablaré pues sobre lo que no han dicho.
Entiendo por fiesta a la celebración de unos con otros sobre un hecho una circunstancia en común: en este caso el objeto es bien fácil, la democracia. Pues bien, ¿alguien me puede decir en qué fiesta me han metido, cuando en la declaración de Objetivos del Mileno de la ONU del año 2000, se plantean como objetivo a desarrollar en este milenio que ya entramos la enseñanza Primaria universal? ¿No sería motivo de fiesta decir que en el próximo milenio todos los ciudadanos del planeta tendrán estudios superiores, bien sea en la Formación Profesional, en la Universidad, o en las distintas manifestaciones educativas que se propongan para los próximos 1000 años?
¿A qué macabra fiesta tengo el orgullo de asistir? Luego tienen la desfachatez de decir que los objetivos a conseguir tendrán como meta el año 2015, es decir dentro de prácticamente ¡ya!. Y si fuera así, ¿porque los llaman objetivos del milenio?
No puedo formar parte alegremente de una fiesta a la que se me invita y luego se me cierran las puertas, una fiesta de ricos que dura 15 años nada más. Una fiesta hecha para ser celebrada y que tiene a “la semana” como fecha de caducidad. Una fiesta… En fin, la fiesta de lo macabro.

26/11/11

José Abad

Esta es una foto de una escultura de José Abad. No recuerdo el título de esta obra, pero sé que en ella se aludía indirectamente al progreso. Lo más destacable de la imagen son los pares de formas cónicas que representan a las piernas de dos personas. En la parte superior se superpone una estructura que parece aplastar la humanidad de aquellos. La parte superior está formada por una estructura cilíndrica que recuerda a los cañones y a toda la familia de los objetos que persiguen la destrucción.
Lo que más me ha impactado es la superposición de una estructura sobre la otra, el aplastamiento, por decirlo así.
José Abad