30/5/11

El amanecer

Un rabino preguntó una vez a sus alumnos si sabían cuándo terminaba la noche y empezaba un nuevo día.
-Cuando se puede distinguir un animal a distancia y saber si es una oveja o un perro –sugirió un pupilo.
-No te equivocas –dijo el rabino.
-Cuando se puede diferencias un árbol a distancia y saber si es una higuera o un ciruelo –sugirió otro discípulo.
-No, te equivocas –volvió a decir el rabino.
-Y entonces –replicaron los alumnos-, ¿cuándo?
Pues muy sencillo. Cuando a distancia se puede distinguir la cara de un ser humano y saber si es tu hermano o hermana. Porque cuando no lo sabes, sea la hora que sea, siempre será de noche.
(Anónimo).

28/5/11

Ahora que los movimientos del 15 m no copan los diarios:

  • ¿Dónde están los medios de Información? ¿Qué es la información? Siempre he mirado a estos medios con recelo desde que escuche por primera vez una definición de “información” en boca de un periodista: "que un perro muerda a una anciana no es noticia, pero que una anciana muerda a un perro sí lo es".
  • ¿Dónde está la Universidad? ¿Dónde está su compromiso como poderosa identidad "independiente" e histórica?
    ¿Qué es la Universidad? Es solo un medio de producción del sistema financiero? ¿Dónde están tantos artículos y tesis doctorales? ¿Por qué solo es motivo de discusión, o al menos en las redes sociales, de los temas extraídos de los artículos periodísticos?
  • ¿Dónde están los ancianos? ¿Dónde está su sobrada experiencia? El filósofo fallecido Julián Marías, padre del escritor Javier Marías, comparaba esta lamentable visión con los ancianos de los países orientales, en los cuales sí hay cierta veneración por su presencia. Decía lo siguiente, con rotundidad: “hemos sustituido a los ancianos occidentales por el arte”.
  • ¿Dónde estamos los ciudadanos? ¿Hay un debate y una conciencia propia (entre amigos y en nuestro entorno) de los problemas que nos preocupan?
    ¿Qué pasa con las asociaciones de vecinos, no podríamos crear una red nacional (a través de una plataforma digital, por ejemplo) y abordar los problemas (dejando un hueco) para tratar, debatir y comparar los otros asuntos que no sean los estrictamente locales o vecinales? Y si no pudiéramos hacerlo, ¿por qué no ver las cosas que tiene otro municipio u otra región y así tener más derecho consensuado para poder progresar juntos? Por qué todo nuestro poder lo delegamos en el político? ¿Es que acaso no lo somos también (o al menos en el sentido etimológico)? ¿No será, en palabras de E. Fromm, que nuestro propio miedo a ser verdaderamente libres, a nuestro poder real, sea la causa de que prefiramos, como asustados, entregárselo a alguien externo, y morir sin ni siquiera haber luchado por un presente más digno?
Ahora bien, como sé que todo eso no depende de mí, lo único que me queda (con certeza) es el yo (hasta que dure). Entonces cambiemos indiferencia por silencio, auto-transmitámonos que estamos progresando, que el mundo sólo puede ser controlado, cuando cada uno se comprometa primeramente consigo mismo. Entonces ni siquiera habrá que luchar, porque la energía de vida y la comprensión universal serían tan fuertes que la naturaleza humana se revelaría (y no rebelaría), y sabríamos al fin el ridículo espantoso que estamos haciendo. Y a partir de ese momento, lo que nos devolvería al mundo, sin sentir culpas, quizá fuese una amplia sonrisa de compromiso y aceptación verdaderos, en cada uno de los rostros que de una manera u otra, no se conforman y se indignan.

25/5/11

Un relato: una fantasía extrema a causa de la marea azul.

La Visión
UN SUEÑO
-¡Qué si señor obispo!, ¡que si funcionará!, ¡ya lo verá., solamente dejemos que transcurra un par de meses para que vea que la dirección del partido no se ha equivocado, y que esto es una apuesta segura. Nadie va a peder. Lo que le dije por teléfono era un adelanto. Entiendo sus dudas, pero creo que usted es lo suficientemente inteligente como para entender esta apuesta tan arriesgada.
-Mire, querido portavoz, no me haga tan listo. Déjese de rodeos y explíquese bien. No he venido a la sede de su partido por nada, sino porque usted me ha llamado. Creo que usted era el que quería comentarme algo que beneficiaría al partido enormemente, y por extensión a los ciudadanos. Lleva un rato hablando y todavía no sabemos, los aquí presentes, de qué se trata. Haga el favor de explicarse, porque al menos yo, no tengo todo el día.
-Verá señor obispo, le agradezco su claridad e intentaré ser lo más transparente posible, para poder trasmitirle nuestras intenciones políticas, no sólo a usted, sino al portavoz de los empresarios de la ciudad. Aprovecho la oportunidad que nos brinda el momento para presentarlos formalmente: señor Obispo, don Emilio; don Emilio, el señor Obispo.
-Mucho gusto, don Emilio, había oído hablar de usted y, sinceramente, tenía ganas de conocerlo en persona.
-El gusto es mío señor Obispo, no faltaría más.
-Bueno caballeros, creo que ahora es el momento en el que les debería explicarles por qué los he reunido hoy aquí. Se trata de algo muy sencillo pero a la vez importante. Todos ustedes saben que estamos en la era de la comunicación, en un momento histórico en el que disponemos de un montón de medios para hablar, escribir o transmitir información. También conocerán que es el móvil uno de los medios más usados para ese fin. Sólo en nuestro país se cuentan por millones.
-¡Al grano señor portavoz!, ¡al grano!
-De acuerdo don Emilio. La dirección del partido ha ideado una forma de publicidad, de darnos a conocer, bastante innovadora, según creo. Si han usado los teléfonos móviles alguna vez, se habrán dado cuenta de que para escribir un mensaje de texto se pueden utilizar dos sistemas: la escritura letra a letra, en la que tienes que poner todas las letras para formar una palabra en concreto, o la escritura de palabras completas. Ésta funciona, como habrán comprobado, de la siguiente manera: por ejemplo, usted pulsa el botón donde está la “d, e y la f”, luego pulsa la tecla de correspondiente a la “g, la h y la i” y luego la perteneciente a la “a, la b y la c”. La palabra resultante es “día” y en ningún momento el usuario ha buscado la d, la í o la a. Eso significa que si escribo una palabra en un mensaje de texto siguiendo este sistema es porque tengo una serie de palabras almacenadas en el teléfono, funcionaría algo así como una base de datos, o como si fuera un diccionario. Algunos lo llaman diccionario predictivo, precisamente por eso, porque nos ahorra tener que escribir todas las letras, ya que es el propio teléfono el que nos da la palabra adecuada.
-Parece interesante lo que dice. Pero, ¿adónde quiere llegar?
-Muy fácil, ya verá. Como les decía, la dirección del partido ha mantenido una reunión con diversas compañías de móviles, para incorporar algunas palabras a ese diccionario incorporado que traen muchos teléfonos. Las negociaciones están muy avanzadas y parece que va a haber un acuerdo dentro de muy pronto. Sólo faltaba la opinión de ustedes dos, y alguna sugerencia que nos hagan.
-Y verá señor portavoz, todo me parece muy bien. La idea es buena, mientras sea para un mejor entendimiento. Aunque permítame que le pregunte por esas palabras que se pretenden incorporar. ¿Cuáles son?
-Aún no están definidas en su totalidad, solamente tenemos algunas: España y nación… La lista no es muy larga, pero sí muy significativa. Les pedimos que nos den su impresión, y por qué no, su colaboración en este proyecto común. ¿Qué dice usted don Emilio?
-Yo, como empresario, lo veo bien. Parece una idea interesante, no sólo como forma de comunicación, sino como medio de publicidad. Cuente con mi colaboración y con mi financiación. Al mismo tiempo le pediría que incluyera algunas palabras, que ya se las notificaremos por escrito. Ahora mismo, no sé…, se me ocurren algunas sobre la marcha. Tome nota de estas e inclúyalas: beneficio, empresa, superávit, ganancia, capital, dividendos… Tome nota también de éstas que les digo a continuación, pero para que no estén en ese diccionario: sindicatos, despido, recorte, salario, convenio… ¿Ha tomado nota, señor portavoz?
-Totalmente, queda de nuestra mano. Le agradecemos ante todo, su interés y su financiación. No se preocupe que éstas palabras y las que nos envíe por su escrito serán tomadas en consideración. Y usted, señor Obispo, ¿tiene algo que decir de todo esto?
-Pues verá señor portavoz, hablemos claro. Todo esto parece ir encaminado al interés publicitario de un partido político, nada más. Y ya que veo que don Emilio se ha interesado por su proyecto de “comunicación”, no me queda más remedio que sumarme al mismo, porque de una manera u otra tenemos que estar presentes en él. Esto parece irremediable e imparable. Si no acepto otro lo hará por mí y creo que es bueno que la Iglesia esté a la vanguardia de los medios de comunicación. Cuente con mi apoyo moral, no sólo al proyecto, sino al partido. Yo también le notificaré por escrito las palabras que deba añadir. De entrada se me ocurren varias. Apúntelas
-Sí, cómo no. Dígame, tomo nota:
-Conservador, iglesia, misa, cura, resurrección y dios. Y por cierto, las que le voy a decir ahora no las incluya: sexo, homosexualidad, carnaval, matrimonio homosexual…
-Solo podemos excluir palabras señor Obispo, no podemos excluir frases completas. Comprendo su interés por borrar de la opinión pública aquellas ideas que no son de su agrado. No se preocupe que las palabras que me ha dicho, más las que ya me enviará por escrito serán tomadas en cuenta. Le agradezco a usted y a don Emilio la colaboración y la preocupación por nuestros proyectos. No se preocupe que nuestro partido velará porque todos sus intereses se vean reflejados en nuestro quehacer diario.
………………………………………………
EL DESPERTAR
No sé qué hora será. Debe ser tarde. Reconozco que hace tiempo que me cuesta dormir de un tirón y profundamente, pero estas pesadillas frecuentes no estaban dentro lo habitual. ¡Qué real!, ¡por dios! A ver... Deja que me sitúe. Es de noche, no he dormido, estoy en casa, en mi habitación… He tenido una pesadilla, muy real, bastante fuerte, ¡qué mal!, necesito beber agua…
Sí, agua. El vaso está en la mesa de noche. Está lleno porque no he bebido antes. No sé si estará caliente, pero me da igual. Necesito refrescarme. No estoy acostumbrado a escuchar voces, ni siquiera en sueños, ni a que éstas formen una conversación coherente y hasta lógica. Otras veces, los sueños, las imágenes y las voces eran difusos, ambiguos y nada claros. Sin embargo esta vez ha sido diferente. He oído tres voces, una conversación, ¡tres personas! Y que claridad…
Pero… ¿por qué un obispo?, ¿por qué un empresario?... y sobre todo, ¿por qué un portavoz político? ¿Por qué diablos esas tres personas y no otras? No guardo ninguna relación directa con ellos. Es más, sé que están ahí pero también están otros. Los panaderos, los camareros, los taxistas, las amas de casa, las peluqueras y las azafatas y decenas de profesiones más. ¿Por qué no han salido éstos? Incluso, gente de mi colectivo, el de los vigilantes. Lo hubiera entendido más, me hubiera parecido más lógico. La verdad es que no lo entiendo.
Supongo que esto le sucederá a más gente. ¡Qué mal rato! Necesito una mujer en mi vida urgentemente. Tanta soledad me está haciendo daño. O quizás necesite redecorar la casa. Creo que tanto blanco me asfixia, me parece que el amarillo es más acogedor con un poco más de luz. Tengo que ampliar las ventanas y que el sol ilumine este apartamento.
Lo de esta noche es producto de mi encierro, de mi poca vida social y de mi excesivo trabajo, nada más. A lo mejor todo es fruto de haber roto con Claudia, y se me ha agriado el carácter, y de ahí el sueño. Pero… ¿y el tema de la conversación en el sueño?, ¿por qué un teléfono móvil?, ¿por qué razón se habla de incorporar palabras a los móviles?, ¿qué significa eso?...
Por cierto, ¿qué hora es?, ¿cuánto tiempo llevo durmiendo? No son sino las 4:20. Hasta parece que el reloj me interroga con sus dígitos luminosos. Al igual necesito un despertador manual. Voy a confirmar la hora, no estoy seguro de sea tan temprano. Me parece haber dormido una eternidad y todavía son las 4. ¡Ya está!, ¡el móvil! Lo tengo al lado, es mi segundo despertador. Su tacto es distinto a la sensación que me produce el reloj de la mesilla de noche. Tocarlo me produce alivio y serenidad. Tengo que volver a dejarme dormir. Mañana me toca el turno de tarde-noche y necesito estar descansado…
Efectivamente son las 4:20. Pero, ¡no!, ¡no puede ser! ¿Y por qué no comprobar lo del sueño? ¿Y si lo del diccionario predictivo es cierto? ¿Y si las palabras están incorporadas en la base de datos del teléfono? No puede ser… sería demasiado real. ¡Qué va!, ¡qué va! No es cierto… Pero, ¿y por qué me tiembla la mano?, ¿por qué no me atrevo a escribir un mensaje? Nunca me había dado miedo un móvil, siempre lo he mirado con temor o con dolor cuando sabía que las palabras y los reproches de Claudia estaban justificados, pero nunca con miedo. Alguna vez sentí satisfacción y emoción. Recuerdo sus primeros mensajes, ¡Cuánta espera! ¡Qué tiempos! Pero ahora siento miedo, es como si el contenido del sueño fuera cierto y mi móvil el instrumento revelador…
Escribo en el móvil las palabras que recuerdo del sueño, y mi sorpresa es mayúscula cuando veo que aparecen todas las palabras del sueño, incluso nombres de políticos de ésta y de otras formaciones. Están todas las palabras, absolutamente todas las que aparecen en el sueño. No sé si será casualidad y si todo esto es fruto de una revelación, o más bien, la revelación de una manipulación.
……………………..
EL DÍA
Los días han pasado después de aquella noche. Incluso llegó el amanecer en aquel tomentoso día que todavía ni había empezado a ser.
Recuerdo que no comí prácticamente, absorto como estaba en mi descubrimiento. Salí al balcón del apartamento y dejé entrar más luz a las habitaciones. Necesitaba respirar y el poco aire en las habitaciones y en mi cabeza me impedían pensar con normalidad. Esa fue la razón por la que llamé a mi encargado y le dije que no iba a trabajar. Casi nunca falto y creo que el gesto que hizo con la boca cuando le conté el dolor de cabeza que tenía, fue una prueba suficiente de que me había creído. A partir de aquí empezó lo duro.
Seguía ensimismado en el balcón, sin ganas de nada. Con el fin de descansar la mirada e intentando borrar lo ocurrido la noche anterior, traté de mirar a lo lejos y solamente vi el paisaje que rodea al pueblo. Sólo me relajó el color verde y la luz solar que caía por las montañas. Me sentía raro, inquieto, cansado. De pronto desvié la mirada a la plaza del casco, al Centro Cultural y a la carretera. No sé por qué mi mirada fue dirigida hasta ahí. Lo que sí es cierto que me fijé en los bancos de la plaza y en su color madera, luego seguí buscando una pared blanca que pronto divisé y seguidamente miré al color azulado del cielo. Había formado sin querer la bandera de mi Comunidad y eso me empezó a inquietar. De una manera inconsciente estaba buscando pruebas para demostrar que el sueño revelador de la noche anterior era cierto. En aquel momento, creí en una manipulación extrema, premeditada y desmedida y pensé que el partido de mi Ayuntamiento formaba parte también de ese circo y que lo había preparado todo, hasta el color del cielo. Seguidamente vi a unos cuantos perros que venían por la carretera general y pensé en ellos. Creí que estaban puestos ahí en ese preciso instante para que yo los viera y los relacionara con algunos de los símbolos que forman la identidad de mi tierra…
Enseguida continué reafirmando mis pesquisas. Visité en aquellos días alguna cuidad costera y me fijé que le número de gaviotas era desmedido, y pensé que quizás era una forma barata de publicitar una idea política a través de uno de sus símbolos. Más tarde pasé por otros pueblos. En sus jardines había centenares de flores rojas y me preocupó. La obsesión duró hasta el punto de relacionar el color de las casas con la vinculación política de su propietario. Todo era desmedido en aquellos días, las imágenes y los símbolos se me agolpaban, hasta las canciones que oía me recordaban a esa revelación, dura pero cierta, y que tuvo lugar la noche fatídica de la pesadilla…
No voy contar más de lo sucedido ni a mostrar más sospechas de mis posibles revelaciones. Ya ha pasado tiempo y creo que puedo mirar para atrás sin temor. Temí por mi vida cuando me puse analizar y a buscar analogías con todo lo que me rodeaba. Me encerré más en mi casa, en mi vida, en mis ideas. La suerte fueron los amigos y aquellos compañeros de trabajo que se preocuparon por mía cuando me vieron silencioso y abstraído. Ellos fueron los que me dieron la oportunidad de comunicarme y de contarles lo que sentía y me ocurría. Dicen que llegué a confundir la realidad con el sueño y que hice el sueño realidad. No sé si tienen razón, a veces siento que aquel sueño fue bastante real, demasiado real diría yo. De las revelaciones casi todo el mundo se rió. Nadie sintió compasión de mí, cuando conté lo que había pensado sobre las gaviotas, me creyeron muy chistoso. Con las flores ocurrió un poco de lo mismo, simple casualidad me dijeron.
Ya no soy el mismo de antes. Después de sentir que mis pensamientos eran fruto de mi soledad y de mi encierro durante meses, he decidido llamar a Claudia otra vez y decirle lo mucho que la hecho de menos. Supongo que se alegrará de verme dar un paso y de preocuparme por ella. Creo que si me doy un poco de prisa, y con un poco de suerte, aún seguirá interesada por mí. Le contaré lo que he vivido en estos días, la pesadilla y todo lo sucedido después. Espero que me crea y que no piense que es una excusa barata para que vuelva conmigo. Aunque no me importa, ya de por sí nadie me cree. Sólo yo estoy seguro de mis sensaciones, y a pesar de que algunas revelaciones han sido fruto de una obsesión, otras, por el contrario, son bastante reales. Ellos ya están avisados, por si algún día sucede algo.
Yo, mientras tanto, hoy mismo le mandare un mensaje de texto a Claudia para quedar con ella. No sé lo que le voy a decir, pero tengo claro una cosa, no voy a usar el diccionario predictivo. Le escribiré el mensaje letra a letra, aunque tarde, y así estaré seguro que todas las palabras son mías.

22/5/11

Cinco figuras representativas de la democracia

Cuando existía en España la dictadura hubo  una serie de voces que se erigieron como portavoces sociales del régimen, al menos en los pueblos. Estas eran:
  • El alcalde.
  • El médico.
  • El maestro.
  • El cura.
  • El Guardia Civil.
Me cuentan, los que vivieron en la época del general Franco, cómo estas personalidades tenían el reconocimiento social y la aceptación de los ciudadanos. Era normal verlos, incluso, comiendo juntos o tomando un café o pulsando y creando opinión. Opinión que luego se hacía oficial, porque lo decía el cura, o el maestro, por ejemplo.
Tiempo después, en democracia, estas voces minimizaron sus efectos, porque otras se convirtieron en representativas y mediáticas de la opinión pública. Podríamos englobarlas en las siguientes:
  • El empresario (aupado socialmente por poderosísimas campañas de publicidad de sus propios negocios).
  • El político y su seña de identidad: (el partido político, que lo respalda ideológica y mentalmente: si no, ¿por qué existe el voto de partido?).
  • El periodista: con la supremacía absoluta de la información, por encima de los historiadores o los sociólogos, por ejemplo.
  • El artista de renombre: actores, directores de cine y artistas diversos, que mueven y poseen una fortuna desmedida, muy por encima de cualquier ciudadano normal.
  • El deportista de élite: con una fortuna también desmedida, siendo portavoz, tema, asunto e ídolo de los sueños de muchos ciudadanos, aunque no tengan formación (algunos) ni opinión sobre los asuntos candentes y preocupantes de la de la ciudadanía.

No he querido hacer la comparación entre la dictadura y la democracia porque quiera demostrar la mejor presencia de aquella y por extensión, su mejor papel cómo sistema político. No, jamás. Sólo he hecho esta comparación, para demostrar una paradoja, una curiosa paradoja. Si mientras en aquella había dos figuras importantes de una sociedad: el médico y el maestro, en la democrática son otras las que copan el protagonismo.
Esto me recuerda a dos pequeñas anécdotas que he escuchado en estos días, paralelamente al movimiento reivindicativo del #15 m. La primera tiene que ver con las declaraciones de Penélope Cruz a su llegada a España para promocionar su última película: “cuando miro a los jóvenes españoles se me parte el corazón”. La segunda tiene que ver con una imagen que vi ayer en un informativo de televisión: Sergio Ramos, un jugador de fútbol del Real Madrid llegaba tarde a la convocatoria del equipo y con prisas abría el maletero de su flamante Porsche para sacar su maleta.
Entre tanta reivindicación social de estos días, hay cosas que chocan. Lo único que no me chocaría de estas cinco figuras, reconocidas y de renombre de la democracia, es que todas ellas se fueran juntas a comer o aparecieran todas ellas en un mismo evento. Y si nadie me cree, que las busque en cualquier programa del corazón o de cotilleos. De seguro que las reconoceremos enseguida.

21/5/11

El poder de una minoría puede cambiar el mundo. Un relato en honor al #15 m

Érase una vez, un joven chino que se convirtió en leyenda, y no sólo por lo que hizo en vida, sino por lo que además simbolizó después de una desafortunada muerte, bendecida también por otros, que no fueron ni sus incontables seguidores directos  ni los que nunca le conocimos.
Li no sabía leer ni escribir, pero su pasión desde que era niño siempre había sido la fotografía. Desde la infancia supo comprender cómo funcionaban aquellos aparatejos, aunque en su pueblo desconocieran tal artificio, puesto que el cultivo del arroz era, para todos, una fuente inagotable de trabajos y beneficios. Desde que empezó a llegar el turismo occidental a aquel pueblo situado entre valles, sus habitantes se percataron de que  la modernidad tocaba a sus puertas, no sólo por el encanto y la forma en cómo iban vestidos, sino por algunos inventos que traían consigo. De entre ellos, uno cautivó a todos los habitantes, fascinados y sorprendidos ante tal prodigio de la naturaleza. Fue la cámara fotográfica el invento que atrapó la imaginación y los ojos de aquel muchacho llamado Li, al que mi abuelo le había sacado su primera foto, entregándosela tiempo después, junto con la cámara, objeto con el aquellos ojos siempre se habían fascinado. Mi abuelo iba y venía a Oriente siempre que podía, yo no había nacido, y la guerra, en el pueblo natal de Li, había estallado prematuramente.
De niño introvertido pasó a niño intrépido, siempre con la cámara en mano. Siempre dispuesto a encontrar el mejor ángulo. Cuando las fuerzas de reclutamiento llegaron a su pueblo no tuvieron la cortesía de establecer un baremo que no sacrificara a los jóvenes o los más débiles, sino que todos entraron a formar parte del nuevo regimiento que se quería crear. Parece curioso que las fuerzas rebeldes necesitaran un suministro humano tan lejos de la capital, un lugar donde las lluvias eran frecuentes, por la resaca que dejaban, por los colores brillantes del cielo y del paisaje junto con el goteo todavía evidente de las hojas de los árboles, que invitaban más a la tranquilidad y a la calma que a la acción. Ni siquiera se planteaban, como hipótesis, huir de aquellas tierras. Nadie en todo el valle veía una desgracia en las tormentas, más bien era la bendición de una vida que se abría camino, como también lo hacían ellos, sin prisas, con un ritmo propiamente natural. Cuando los rebeldes entraron en la casa de Li, la registraron completamente. Su madre sostenía a su hermana cerca de la cocina y con un gesto de dolor les pedía que no les hicieran daño. Todo era ruido, desde las voces furiosas de los paramilitares hasta las idas y venidas dentro de aquella cabaña. A Li lo encontraron en una habitación sentado en un jergón con las manos en las rodillas. No pareció temeroso cuando le hablaron; su voz no vaciló, ni siquiera cuando le ofrecieron la posibilidad de enrolarse con ellos. Sólo les planteó valientemente una pega, algo que en aquel momento parecía solamente un capricho. La cámara, su cámara de fotos, tendría que ir con él.
La guerra duró mucho tiempo. A Occidente sólo llegaron sus ecos, alguna victoria importante del ejército rebelde, la dura defensa del gobierno oficial, pero poco más. Li aprendió deprisa a montar su fusil y a camuflarse en la espesura, aunque siempre tenía la mirada dividida, entre su propia supervivencia y la necesidad de expresar su creatividad a través del objetivo de su cámara.
Cuando terminó la guerra fue difícil legitimar la victoria que el nuevo gobierno rebelde había conseguido. Desde fuera se oyeron numerosas voces opuestas, incluidas la de los exiliados, que pedían la intervención militar de las fuerzas internacionales.
Mi abuelo, que era embajador, me contó luego lo difícil que fueron las negociaciones políticas y cómo un hecho lo cambió todo. Aún con la tensa situación y con la presión casi ahogándoles, el nuevo gobierno rebelde filtró a los medios de comunicación internacionales, centenares de fotos que mostraban el horror de la guerra. En ella se veía con claridad la ilógica de tal enfrentamiento y el horror producido por las dos partes de la contienda. Muchas de ellas tenían un alto valor artístico, por los gestos y la naturalidad de la vida de los soldados. En una de tantas fotos, Li se había autorretratado como el autor de todo aquel material. Mi abuelo, por supuesto, no dijo nada al ver esta última fotografía, pero según me dijo después, una leve sonrisa se desprendió de su boca. Con la opinión pública dividida a partir de ahí, se rebajaron las exigencias para el nuevo gobierno, que hizo oficial y  propio, su auténtico golpe de estado.
A Li lo condecoraron y lo agasajaron como fiel representante del Alto Poder Militar (APM) con un una vida cómoda y relativamente tranquila, a pesar de que siempre tuviera que estar al servicio del Partido, aunque solo fuera como imagen y nombre, sin tener la carga y la responsabilidad de tomar las fotos, que quedaban en manos de sus colaboradores y aprendices. Fue precisamente su imagen lo que marcó a partir de ahí su vida y su muerte. En uno de los actos a los que acudía como  parte del ya legitimado partido, sufrió un desmayo y ya nunca más se volvió a levantar. Fue retirado del improvisado escenario con una mezcla de silencios e incontenibles aplausos, justa despedida a una vida merecedora de admiración y reconocimiento.
Yo, que he narrado todo desde fuera, sin haberlo conocido directamente, solo puedo testimoniar las palabras de mi abuelo y los ecos que llegaron hacia mi país natal. Sin embargo, aún existe hoy una prueba más de todo lo que supuso Li para un país entero: el encendedor de mis cigarros lleva estampada su cara, encendedor que compré en un bazar chino de mi calle.
Parece evidente que la luz de algunas almas jamás se apagan de todo. ¿No creéis?

8/5/11

“Inocencia ficticia”.

El niño que visitaba la juguetería cada poco tiempo se admiraba doblemente: aquel universo era magnifico como magníficos tendrían que ser sus padres, junto a aquellos otros, que ponían su empeño en admirar y prestar atención a los objetos de su entretenimiento diario.
Doblemente se sorprendió también el día en el que se dio cuenta de que sus padres eran tan niños como él: ocurrió el día en el que con banderitas en la mano agitaron y ondearon el aire al paso de la comitiva de un señor que iba en un coche y al que todo el mundo alababa. Ese mismo día comprendió que los adultos y los niños no eran tan diferentes. Como oyó en divertidas y en repetidas  bocas la palabra “candidato”, como si fuera parte de un juego, entendió también que los juegos entre adultos tenían otras consignas menos emocionantes pero igual de divertidas.
Ese mismo día, por la noche, mientras recibía las buenas noches escuchó de su padre un frase muy directa que no entendió: “La no violencia es el camino hacia un futuro pacífico”. Al quedarse solo después de que se padre se fuera, se sintió por primera vez menos niño. No entendió como su padre le hablaba de un mundo pacífico, si esa misma mañana le había regalado una metralleta y un carro de combate en su amada  juguetería.