1/12/13

¡Jugarse la vida!

Hay expresiones que son muy dramáticas, muy teatrales se decía a sí mismo aquel alumno de arte dramático que intentaba recodar expresiones ya aprendidas del gremio que le eran muy necesarias para su labor creativa. ¡Juego de espejos!, ¡juego de sombras!, ¡juego de luces! Todo eran muy artísticas y aunque en todas ellas incluía la palabra juego, nunca sabía bien cómo expresarlas correctamente. Ante el miedo a fracasar, al aproximarse uno de los exámenes la suerte obró de fortuna. El día antes del mismo al regresar a casa desde la escuela en su coche aprendió una regla para no olvidar los conceptos. Al incorporarse a uno de los carriles de la autopista no vio a varios coches que se abrían paso por el ángulo muerto del carril derecho sobre el que se aproximaba él, con destino a su próxima salida de la autopista. Solo advirtió el juego de sombras cuando el juego de luces del coche que le procedía accionó los mandos de la luz larga. Entonces se dio cuenta que su juego de espejos estaba mal regulado; pero no se alegró de salvar la vida, más bien suspiró por haber encontrado un paralelismo entre su fugaz vida y la eterna presencia que a partir de ese momento el teatro le prometía.