8/12/15

Apertura

Sin ella se perdió toda la magia casual
me adentré en la vorágine del tiempo y huí,
y no te vi nuevamente, con esa sonrisa
que pareciera desarmar al mismísimo demonio.
Hoy, en esta casa, estoy sin rumbo cierto
transijo con las idas y venidas de la vida,
tranquilo, y me acuerdo de tu alegría, fresca,
mientras el atardecer me recoge en su manto
sin rencores, con un perro tras la ventana,
que ladra, levemente, como oyendo esta letanía
recordándome momentos inefables, vividos.
Y serán las estrellas y los astros, las galaxias,
o la mano que todo lo puede, los que saben
de lo finito y lo infinito, lo vedado y lo accesible
velando la oportunidad de ver, quizá,
el milagro del reencuentro y las casualidades,
que ya no serán aleatorias sino causales.
Quiero creer, a veces, en la telepatía,
quiero pensar en que las palabras no dichas
esperan a ser renombradas. Espero pacientemente.
Y entretanto el tiempo camina junto a mí, me habla
y yo simplemente me amanso, me hago chiquitito,
y aunque pueda pasar por el hilo de un aguja,
no puedo remendar tantos océanos de silencio
ni tanta inmensidad desbordada.
La belleza acaricia a mi puerta, susurrante,
y tímidamente me la encuentro
muy diferente a cómo me la esperaba.

30/11/15

Esto



No sé qué decirme cuando me encallo,
varado en esta tierra de inconstantes verdades,
esperando, encontrando fronteras a cada paso: límites.
Por un instante la alegría se esfuma, se queda reflexiva,
inerme, expectante, y sale la cara del dios de la verdad
exigiendo justicia, recitando sermones, sabiendo qué hacer,
en la distancia… Aunque yo solo quiero una palabra calurosa
de mi yo a mi yo, de mis fronteras  a mi pie, de mis límites a mis pasos
y dejar de temerle al escurridizo centurión que vigila la puerta,
aquí, en este momento, que ya no es distancia ni frontera,
sino ahora.

16/11/15

Bataclan tiene que convertirse en mito



Estoy aquí, sentado en el sillón, escuchando la radio y esperando… Tal vez nadie lea esto, qué más da, no creo que tampoco nadie sepa lo que me pasa por la cabeza. Ahora mismo no soy muy importante, más importante son las vidas que se truncan cada día sin saber por qué, sin entender nadie nada. La literatura a veces es un soporte que nos enseña lo que significa verdaderamente la supervivencia, que nos reta. El escritor hizo un acto de rebeldía en contra del tiempo y el espacio,  creando una obra que todo el mundo podrá leer, el lector  también: se abre a algo más que su propio yo que lo alberga. Cada uno está prestándose atención, acompañándonos. En este viaje de pertenencia, toda soledad es bienvenida cuando nos recarga, cuando abrimos el espíritu para volver a ser más nosotros mismos, y de nuevo, como una ola, bordear los pies del otro que tenemos cerca. ¿Qué hemos hecho para no darnos cuenta que hay otra persona que está jugando con el océano igual que nosotros? Para no observar que la playa es un espacio de recreo igual de importante para el niño inocente que construye castillos de arena como para el más avezado surfista. Podremos ser inteligentísimos y saber cuáles son las reglas del juego que nos sitúan, que nos ordenan, que nos hacen más ricos o más sabios, más triunfadores o más poderosos. Si no somos capaces de percibir un mínimo de verdad, de nada nos vale tanta modernidad.
Hoy me importa poco, saber de reglas de juego, de tratados, de culpables y de primeros lanzadores de piedra, evangélicamente hablando. Hoy no, estoy harto, pero claro, hablo de mí, no de ti, y si me lees atiéndeme unos segundos. Creo que es la hora de la gente de la calle, de la gente sencilla, de los que van a una discoteca, al supermercado, los que sacan dinero en un cajero, los que toman café en una plaza, los que ansían unas vacaciones aunque sean cortas, los que hacen esfuerzos titánicos para rellenar la hucha de monedas para calcular el viaje a Ibiza, a República Dominicana, a Egipto o al festival de músca indie o de teatro clásico. Bataclan es y ya se está convirtiendo en un símbolo. A la resistencia, a la barbarie, el miedo no puede triunfar... Debe ser el triunfo de la gente sencilla, porque no nos van a parar… Seguiremos llenando las terrazas, yendo a los museos, esgrimiendo sonrisas, selfies, abrazos y besos que nos acerquen más aún, porque de eso se trata: de sentirnos más cerca.
Y desde esa cercanía gritaremos, nos hablaremos, propondremos, nos alienaremos si hace falta y tantas cosas que se pueden hacer en grupo. Desde el calor de sentirnos diferentes pero con muchas cosas que compartir. Si fuéramos iguales, ¿de qué hablaríamos? Mi más sentido pésame a tantas vidas laceradas, hundidas, terminadas… Mi más profundo calor y compañía. Mi mayor silencio para la sinrazón, enarbole la bandera quien la enarbole, sea financiada esa propia sinrazón por países civilizados -opuestos categóricamente o tímidamente a la mentira-, o por seres salidos directamente de las cavernas pidiendo justicia y venganza.
Llamemos a cada cosa por su nombre. La justicia racional (y necesaria) no debe coger el protagonismo del escenario. Es necesario compartirlo con el calor del corazón, tendremos que llorar si hace falta y recordarnos quiénes éramos antes que todo sucediese. Individuos con ganas de vivir, con ganas de crear, ilusionados con un mundo multicultural donde podamos disfrutar de la diferencia. La sospecha no nos puede llevar a buen puerto.Mi grano de arena para no sospechar de nadie ni para odiar, (triste sí que estoy), se resume en una frase de Rumi: “La belleza nos rodea pero normalmente necesitamos andar en un jardín para saberlo.”

31/10/15

En proceso...

Y todo pasa, nada permanece,
ni siquiera vale agarrarse a la piedra,
porque el viento o me separa a mí o la separa a ella.
Primero quise recordar quién era,
no al verdadero, sino al que persiste
en el espacio y tiene un lema.
Me faltaba intención
me sobraban quimeras.
Lo mejor intenté, pero cada día
todo tenía que empezarse
el trabajo, la ilusión y las fuerzas.
Ayer todo vibraba
crea un espacio, me dije,
refuérzate, tenlo en cuenta
para que el día que nada hagas
tiempo tengas para crear
en cualquier sitio,
tu imagen bella.
No lo consigo y olvido
todo propósito y toda meta
y entonces pienso en un juego
unas reglas y un tablero,
mis reglas y mi constancia
mis metas y mi proceso,
mi dedicación, mi fuerza.
Por todo ello suspiro,
¿dónde quedarán las luces?
¿Adónde se irán las sombras?
¿Qué pasó en el espacio de la creatividad
la autonomía, la humildad y la belleza?
Todo palabras, todo silencio, todo demora
y todo abierto para amarme y para aprenderlo.
Sin juicio, sin crítica y sin negros recuerdos:
aceptación y abiertas destrezas. Ilusión.
¿Qué quedó la memoria, el espacio o el juego?
Sinceramente no lo sé, me busco en las fronteras.

12/4/15

La doble cara de la democracia



¿Para qué votar? Nunca lo he hecho, ni antes, ni ayer, ni en sueños. Me exiliaron como a un perro en el monte y casi me cuelgan del pescuezo aunque no lo lograron. Tuve que abandonar la patria y por aquellas honrosas ideas fui proscrito. ¡Te han olvidado a huir, no lo olvides! Los pendejos de mala madre que me miraban de reojo, son los que verán llegar, ahora, trajeado y con la frente muy alta, gritándoles desde el silencio. Malditos seáis. La familia se quedó toda allá, en ese país que clama y grita libertad y tuve necesariamente que olvidarme de la familia. Podría vengarme, ¿pero para qué? Ellos ya tienen noticias mías. Saben por la Pura que tuve limpiando retretes y vendiendo en el mercado y que gracias al esfuerzo pude montar una pequeña empresa de reparto de mercancías. Podría llegar y entregarle a cada uno una tarjeta de visita. Sin embargo, también estará Dolores, ¿y qué le digo? ¿Que han pasado 40 años y que tuve que rehacer mi vida con otra mujer? ¿Y qué les digo a los niños? Bueno, a los ya hombres, ¿qué palabra se puede buscar para mitigar el dolor del padre que quiso y nunca pudo? No tiene sentido. Los vecinos no perdonan las doble moral. O eres impecable, o no lo intentes. Sin embargo, ¿cómo perderme esta ocasión de abofetear a un país entero, a un sistema corrupto como aquel? ¿Cómo no brindar por la victoria de los buenos? Las primeras elecciones... ¡qué dura la decisión cuando ves todas las puertas que se abren, pero el frío helado te consume los recuerdos! Si don Pascual el maestro siguiera vivo debería rondar los 80 años. A él lo salvaron con merecida justicia, él nunca publicitó nada. Se limitó a hacernos pensar desde la neutralidad. Por el volvería, solo por él me acercaría a la urna, sujetándolo del brazo si estuviera muy mal, aunque les entregara un voto en blanco. Solo por él, me atrevería a volver a mirar a los delatores, solo por esa sed de justicia, te miraría a ti Matías, y a ti también Tomás, y por no escupiros a la cara me tragaría el orgullo, y solo os abofetearía, deteniéndome en la rendija de la urna durante dos segundos, a que se haga el silencio, para que pueda alimentar el hambre de venganza que atormenta mis sentidos, aunque me pese como un dolor de barriga tantos años tragando segundos de resignación y años de maldita aceptación.

28/3/15

Penélope cose la red de la portería



-Por fin lo conozco. Es usted el Messi del que todos hablan. Es un enorme placer conocerlo. Usted ha sustituido a las tertulias políticas y literarias de Buenos Aires y ha mantenido en un hilo la vida de muchos compatriotas cada domingo que padecen del corazón, incluso a los sanos. De esta Argentina populosa, usted es el emperador, si es que alguna vez hubo imperio. Perdone que le toque la cara, estoy ciego como sabe y esta es la única forma por la que me doy cuenta de que esta conversación es real y no una mera ficción.

-El placer es mío, maestro. ¿Cómo preferís que lo llame?

-Con Borges es suficiente.

-Le parecerá extraño que venga a visitarlo. Me confieso un pésimo lector, pero respeto su figura y su recorrido. Mi representante ha llegado a un acuerdo con su editorial y ven con buenos ojos la idea de una biografía mía, y para ello han pensado en usted para escribirla. No le han querido decir nada, esperaron a que me reuniera con usted y le diera la noticia. Ojalá lleguemos a un chance.

-Ahora entiendo la prisa y la ceremonia de la entrevista. Y dígame, ¿cómo quiere que me ocupe de este encargo si ya no puedo escribir ni una sola carta?

-El maestro es usted, seguro que se le ocurrirá algo. No he leído nada suyo, pero una vez, en el Barcelona, Guardiola, el que fuera mi entrenador, solía llevar su libro “Ficciones” en el autobús de vuelta de los partidos, y solía gastarme bromas. ¡Este sí es un figura!

-¿Su entrenador leía?

-Ah sí, mucho, Ibrahimovic lo llamaba el filósofo. Tenía fama de acudir a los teatros y las exposiciones.

-Nunca asistí a un partido de fútbol. No he comprendido ese juego. 22 hombres y diez mil espectadores. En la Edad Media las batallas las libraban diez mil almas y 22 nobles miraban. Le propongo una cosa, usted es rápido, supongo. Los niños que viven tres cuadras más allá de mi casa, corean todas las mañanas su nombre. Todos inventan un regate nuevo, parece que usted les inspira. Me comprometo a pensarme su oferta si usted lee “El espejo y la máscara”, una obrita mía que escribí hace tiempo que también transcurre en la Edad Media.

-¿Es complicada la obra esa?

-¡No se atormente! Tómese el tiempo que necesite. Léasela y se dará cuenta de la importancia que tiene escribir una sola palabra, y luego entenderá la responsabilidad que contraeré con el resto de los argentinos. Léasela y piense en el peor calificativo que le defina, una sola palabra.

-¿Por qué tiene que ser negativa, maestro?

-Porque si vamos a escribir una obra suya, tendremos que convencer hasta el más despiadado con su nueva imagen literaria, aquel por ejemplo que no tiene reparos en compararlo con Maradona y otras pelotudeces, aunque yo no sepa de fútbol. Le dejó un mes para pensárselo. ¡Qué diría Kipling si me oyera!

-La verdad es que no estoy acostumbrado a ver cosas negativas sobre mí, siempre las he regateado.

-De eso se trata, de que por una vez, usted sea el portero.

5/3/15

Con el permiso del maestro...



Macondo no es para ti

Cuando García Márquez se encontraba en su febril composición de “Cien años de soledad”, prácticamente no dormía. Al regresar de madrugada a su cama, su mujer Mercedes le decía cada noche: ¿cómo va la novela? Y él, sabedor de su dolorosísima empresa, le decía: No va mal, solo que tengo atravesado a un personaje. Se llamaba Cristóbal Dorta, y en los borradores de la novela, lo había descrito con el pelo corto, lo había hecho amigo de un estrafalario maestro zen que había llegado al pueblo con el gitano Melquíades, ofreciendo una bebida que, bendecida con una ramita y probada durante dos semanas, curaba del susto, las diarreas y la tristeza; mientras, su  madre y su padre verdaderos habían sido dos jaguares que lo habían alimentado más allá de Macondo, cruzando el río, en la misteriosa e impenetrable selva infinita, y él, Cristobalito solía guardar un cariño especial por Úrsula Iguarán, la generosa matriarca de la familia, que lo encontró riendo a carcajadas, desnudo y solo, muy solo, en un platanal salvaje. Cuando Gabo le contaba como lo estaba perfilando, Mercedes le decía: Está muy plano todavía. Al día  siguiente, se sentaba en el escritorio y no comía: le dejó el pelo largo con tirabuzones, lo hizo vestir siempre con pañuelos al cuello, le perfiló unos ojillos de ratoncito, lo hizo crecer y retozar bajo la mano de Jose Arcadio Buendía, que le enseñaba los secretos de la alquimia y la agricultura, mucho antes de que nacieron Aureliano y Jose Arcadio, y hasta probó a hacer una versión de la novela en la que la historia se bifurcaba, Macondo por un lado y Cristóbal Dorta, enrolándose y viajando con los gitanos, comprando por tres monedas un tomavistas cuadrado que revelaba los secretos de las personas y hasta el alma. Mercedes, por segunda vez lo escuchó y se enfadó con motivos: ¡Dijiste que ibas a empezar la novela con el descubrimiento del hielo, estabas entusiasmado, mírate ahora! Y entonces, un Gabo compungido y fatigado, le dio la primera bofetada a Cristóbal Dorta, rompió el manuscrito y lo tiró a la papelera. “No te mereces menos, solo me has traído fatigas”. Y fue entonces cuando se le encendió la luz creativa y enseguida apuntó en su cuaderno de notas: posible novela sobre un personaje que sufre por amor no correspondido hasta que se hace viejo; y añadió en el fervor: otra posible novela sobre un náufrago rescatado a sí mismo que nunca llega a readaptarse muy bien. Y desde la papelera, un Cristóbal sin miembros, convertido en celulosa, entre cuartillas y viejas cartas escuchaba sonriendo y abriendo los ojos pero ya enmudecido, como si quisiera decir: sí, sí, esas dos son mis historias.