2/4/20

IMPORTANTES


Ahora que la sociedad, claramente, se divide en modos y medios de producción, ahora que Hegel y Marx están más vivos que nunca, permítanme que agradezca a todas esas personas esenciales, esos héroes anónimos, esas personas que eligieron su destino, como una autoridad médica hablaba. Aunque también, como señalaba este médico, y un servidor, muchos de los que ahora consideramos héroes, no lo han querido. Han sido forzados por la situación, se han visto abocados a una situación que, ni en el peor día estando de guardia, se hubieran imaginado. Tampoco lo vieron venir todas las personas mayores que están viendo la Parca de cerca, casi físicamente (hasta en el aire que entra por la ventana). Es triste ver cómo la muerte toca a tu puerta. Literalmente. Voy a poner un ejemplo de héroes que jamás quisieron ser protagonistas. Una médica le contaba a este otro compañero médico, que antes señalé, que llevaba acumulando mucho trabajo, con jornadas que se intensificaban y se multiplicaban casi sin descanso, con horas y horas de sueño, atendiendo los casos de esta emergencia nacional y mundial. También, para más inri, en estos momentos de estrés físico y psicológico, ha fallecido su propia madre. Y hace relativamente poco, su tía. Ambas por Coronavirus. Ella cree que, al igual, las contagió sin ser consciente, al igual era asintomática o no tomó las suficientes medidas de seguridad o, simplemente, la situación se desbordó.
Y ahora, ¿cómo seguir escribiendo?


Iba a empezar este texto hablando de que vivimos tiempos extraños. Guerras que se libran en los hospitales y, las primeras bajas son los médicos/as y enfermeras/os, mientras, los policías cuidan de la población y los soldados le llevan la compra a las ancianas hasta su casa. Estado de guerra muy extraño. No se puede salir a la calle, no porque haya el ruido de las bombas, sino porque es el propio silencio el que te delata, o si no tus vecinos. Una guerra, donde las autoridades políticas se han convertido en periodistas (aparecen cada cierto tiempo), los científicos en autoridades políticas y los periodistas en meros altavoces. Un cierto número se ha cosificado aún más de lo que estaban, otros se han convertido en auténticos referentes, en verdaderos héroes, sabedores que su vida les ha cambiado por completo. Para siempre. Por haber perseguido la noticia, desde hace tiempo o, si cabe, por tratar profesional y humanamente los acontecimientos, más allá de consignas e ideologías políticas. Tiempos extraños, guerras extrañas: ¿una mutación, zoonosis o conspiración? No deja de ser curioso que, los principales casos de Asia fuesen China, Irán y Corea del Sur. ¿Es curioso? Corea del Sur tiene de vecino a un país con malas pulgas y no sé qué relación tiene China con Irán. Curioso, también; no Irak, Kuwait, Israel, Siria, Líbano, sino Irán. Pero, en fin, no hay datos que nos lleven a pensar de que se trataba de un arma bacteriológica, pura zoonosis de Pangolín. Prosigamos. Me llama la atención, ahora, otros servicios esenciales, también: limpiadoras, cajeras de supermercado, servicios de limpieza y basura. Vamos a ver si, cuando acabe la pandemia, seguirán siendo esenciales o accidentales, ahora que, también la filosofía y los clásicos se vuelven actuales. Una guerra extraña, si ya aceptamos las palabras de Macron, la del presidente y la del responsable del ejercito: ¡moral de victoria!, ¡sí señor! Y podría desarrollar esta idea extraña de guerra, incluyendo la oscura labor del profesorado que, como una imagen de Twitter reflejaba, representa a la orquesta del Titanic, tocando y tocando mientras el barco se hunde. Pero no se confundan, la gran mayoría no lo hace por deshumanización o por estar hechos de otra pasta (¡haciendo trabajar a los niños!, ¡cómo puede ser!). Más bien, acompañan a los alumnos, esas personas que, en cierta manera, forman parte de tu vida, más allá de la normativa, porque saben que ni en la mejor y más fantástica lectura de ciencia ficción, hubieran imaginado tal situación. Y así, mil ejemplos de profesiones esenciales, que se la juegan, y miles de profesiones esenciales que han dejado de ejercer en condiciones normales, o que tienen un futuro incierto. Muy duro todo, en esta guerra que se transmite en forma de curvas, estadísticas, donde hay que acumular la basura en casa, para ser buen vecino y, donde, habitualmente, hay que lavarse las manos con frecuencia. Ese creo que es el lema principal de combate.
Como ven, tenía un tono ácido el texto, aunque me he tomado un Almax para la ira y ahí va, haciendo efecto. Por eso, me quiero despedir como empecé, con el recuerdo de esa doctora y su madre y tía fallecidas. Me quedo con la imagen de ese médico desolado en internet desde hace tiempo, intentando advertir. Creo que, las víctimas, y todas las personas que se hallan alrededor, son lo verdaderamente importante. ¿Cómo vamos a sacar lo positivo si todavía no hemos enterrado las cenizas de los muertos? Tal vez, a esta sociedad le toque un poco de luto de verdad. Por todas esas personas. Importantes.
El médico se llama José Miguel Gaona y tiene un canal en Youtube: La reunión secreta. La médica es real, pero anónima (por ahora). Decía Blaise Pascal, que "todas las desgracias del hombre se derivan del hecho de no ser capaz de estar tranquilamente sentado y solo en una habitación." No sé, si contemplaba este genio, poder salir al supermercado, o abrirle la puerta a tu hija, o a tu sobrina, y darle un beso.

28/3/20

A TOCATEJA


Llega la mañana, no doy crédito, las sábanas se pegan, más bien parece que tienen vida propia, que reconocen el momento y me acarician, me envuelven y no me dejan madrugar. Abrigos que escuchan doblemente, la soledad, cuidándome del frío y del olvido; recordando que, a veces, las sinestesias son más reales que la propia verdad diaria: esa de “al pan pan, y al vino vino”. Porque la realidad se ha esfumado, se ha hecho añicos como un jarrón chino (ahora todas las metáforas valen, llegados a este punto). Me levanto de la cama, mis pies huelen el suelo, precipitados, serenos, y miran la distancia con la sonrisa de aquellos que saben que lo minúsculo es a veces lo máximo: la cocina es la meta, una distancia concreta, práctica y necesaria. Allá, en la calle, los pasos gritarían, ya allí la realidad no se mide por metros ni por kilómetros; una nueva unidad métrica, en estos tiempos distópicos, marcan las avenidas: el miedo, por el metro; la incertidumbre por el hectómetro; reprender y castigar, presente y futuro, los kilómetros y aún las distancias más largas (ahora impensables).
Desayuno, sin acortar su tiempo asignado, y mis labios miran, asombrados, a una mosca que es verdaderamente libre. En un universo que se expande, estarse quieto va “contra natura” y mi diminuto entrenador personal me recuerda que los cuásares y los agujeros negros están haciendo su agosto, aún en primavera, acariciando su misterio en el aleteo de lo que realmente emite movimiento libre, tanto de luz como de oscuridad: expansión y contracción; y se empequeñece el pensamiento en esta mañana de eterno lunes reflexionando sobre la nada, qué menos: ¿para qué pensar en agujeros de gusano para salir de esta pesadilla?
Me ducho. El agua me susurra una increíble idea cuando el gel iba a ampliar la cantidad y el límite aconsejados. Me detengo. Observo el silencio, palpo la intuición, oigo al tiempo que despierta y me asomo por la ventana del rumor que me cede la toalla, y tomo nota. Me detengo aún más, sin ningún tipo de travesura lingüística en mente, al menos, de momento.
Pienso en un mundo de posibilidades, esos multiversos de los sentimientos, estas realidades paralelas, más allá de la entrada de la puerta de mi casa, ahora que, lo imposible se hace real. Recuerdo aquella vez, cuando el mar se hizo eterno por unos segundos, al atardecer, y formé parte de ese sol que decaía hasta que egoístamente supe que estaba ahí, y me dio frío posteriormente. También recuerdo una colectiva fiesta en mi pueblo; todos los que habíamos nacido en él, más todos los que nos visitaban en verano, brindábamos con una alegría que duró casi hasta el amanecer. Todos, absolutamente todos, nos mirábamos y sabíamos que estábamos en una fiesta histórica y la luna sonreía con nosotros. Siempre recordaré nuestras caras, entrando y saliendo de la discoteca, subiendo y bajando las escaleras, en la pista de baile y en el muro del paseo. Nos mirábamos como si todos hubiéramos visto algo; algo así como: ¿lo viste?, ¿te estás dando cuenta? Aunque nadie dijo una sola palabra sobre eso, sé que todos los que estuvieron ahí recuerdan el momento. Quizás estábamos respirando la felicidad y no éramos conscientes. Solo vivíamos, de ahí la magia, el impacto. Recuerdo, también, cuando ella nació, cuando lo sagrado se hizo real, cuando las palabras se detuvieron y el corazón latía con fuerza y no paraba de mirar y pensar: ¿cómo es posible tal milagro?
Ahora, recién levantado, desayunado y aseado, tengo menos miedo. No solamente “Soy leyenda”, sino también memoria e historia y registro de los pasos que me han llevado de un lugar a otro, como del dormitorio a la cocina y al baño. Y sé, que no puedo seguir dando crédito a la imaginación ni a la fantasía de lo que sucederá. Solo me agarro a situaciones como las que viví y que me han traído hasta este domicilio. Momentos vividos a tocateja, in situ, no proyecciones a largo plazo con un largo interés y sin límite de tiempo para ser vividas. Por eso, me acercó al salón, miro por la ventana y sonrío. Giro mis pasos y pongo canciones de Pedro Guerra y Joaquín Sabina. Dejo Para el final “Y no amanece” de Los Secretos y le guiño un ojo a parte de su letra: "el sol de medianoche entró por la ventana, y con la luz de un coche, se iluminó tu cara". El verdadero rostro del tiempo se mide en momentos, situaciones y personas. El motor de esa compleja maquinaria quizá esté en los pies y no tanto en la cabeza. Por eso, cada paso que doy, ahora, me devuelve la hora verdadera de mi vida. Aunque hoy haya un cambio de hora y las playas estén desiertas.