27/8/11

La búsqueda (Relato)

(Este relato lo escribí hace más de diez años; me da un poco de vergüenza ponerlo pero le he cogido cariño, porque lo hice con voluntad más que con pasión y le he encontrado muchos errores; pero en fin, si tenéis paciencia, aquí os lo dejo; por cierto, por aquel entonces leía muchísimo a Borges y a un tal Lovecraft, y su misterioso libro, el Necronomicón. Creo que ambos me influyeron, para que saliera esto). ¡Tened un poquito de piedad!,  ;-)
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La búsqueda
-¿Dónde está la nota?, ¿donde la habré puesto?...,- pensaba-, mientras callado decidía si se adentraba en la aritmética, o si por lo contrario encontraba los paralelismos que tanto había buscado entre la poesía de Kipling y la prosa de Sthendal. De momento concentraba todas sus fuerzas en admirar como la reacción del nitrato de plata expedía un color anaranjado y un tufillo algo repugnante. Le daba igual, todo ese ambiente que se respiraba en aquella habitación era el placer máximo y una necesidad. Encontrarse sumergido en lo maravilloso del saber le producía una sensación, que era distinta de todo lo que había conocido hasta ese momento. Había acondicionado una habitación ideal. Según sus predicciones las medidas de ese habitáculo en el que se encerraba todo el tiempo posible, tenían que tener unas proporciones muy precisas: 54 metros. Además las paredes debían de ser blancas, para que se destacase el color amarillento de sus notas que irremisiblemente y de manera permanente inundaban aquellas paredes. Había organizado los instrumentos del laboratorio de manera que cada uno estuviese a mano en el momento que necesitase echar mano de una base o de cualquier otro compuesto, y al lado de ellos, la calculadora (que más bien parecía una computadora infernal) con la que esperaba hallar el algoritmo perfecto, aquel que solucionase de una vez los problemas que los ingenieros habían tenido para averiguar el sistema que conseguía la conjunción de otros pequeños subsistemas, que entrelazados entre sí, formaban el programa que él llamaba algo así como el transpositor de, cuerpos solidos e intagibles (o eso me dijo). En un armario algo desvencijado, que recordaba más a una alacena, guardaba los instrumentos de física, y los aparatos que le permitían practicar en pequeños animales las nociones mínimas de cirugía que Alterio le había enseñado (el gran maestro, el gran pero insondable maestro). Sin embargo lo que más le atraía era la biblioteca que de manera majestuosa se elevaba por toda la habitación. Serpenteando, por las paredes, guardaba varios cientos de ejemplares de lo que el llamaba, lo fundamental-accesible (tenía palabras y menciones de este tipo), los que le conocimos, siempre dijimos que carecía de la dulzura de los grandes maestros de la palabra, pero nunca dejamos de reconocer ese vaho de presunción admirable, con la que se dirigía hacia las cosas por las que sentía fervor. Esta patética expresión acerca de lo real, escondía un deseo de llegar a la búsqueda del lenguaje compacto, aquel que aunaba la metaforización constante y el terco y vulgar sentido lineal de las palabras. Todo en él era teorización, interiorización y búsqueda. No es de extrañar que llorase, como lluvia ácida, cuando desdichado, maldecía el mundo por no encontrar el motivo de todas sus investigaciones, de todos sus ansiados pensamientos. En él todo convergía en un punto, la habitación y el libro. Con ellos era feliz, porque había sabido encontrar un equilibrio psicosomático, que sólo había intuido de manera teórica, en las nociones freudianas que tanto había ojeado.
Pero todo tenía que cambiar, ¿por qué el misterioso e impenetrable Alterio le descubrió aquella mañana los secretos de ese mundo interior, y le llevó por el camino del que sólo él era consciente? El insondable maestro como así le llamaron y así lo conocí, era el mentor de Globe, quien nunca sospechó el trasfondo inevitable que escondía sus innovadoras ideas. Como buen perro faldero, nadaba entre sus pensamientos y se dejaba seducir por la idea de acercarse a la búsqueda de la verdad. ¿Qué verdad?, nunca la supimos, sólo nos enteramos que andaban al acecho de no sé que idea globalizadora, que prometía un futuro realmente abierto, para las almas que vagaban por el mundo a la caza del saber. Sí, porque para estos, los que irremediablemente seguían esos pasos era una caza, dónde el primero que lograse la pieza codiciada conseguiría el premio de la verdad, de la sabiduría (no sé que tipo de sabiduría podía lograrse mediante la iracunda y frenética persecución de las ideas, pensaban ellos y yo). ¿Por qué le hizo caso?, ¿Por qué no aceptó consejos más acertados? En fin.... él lo quiso.
La mañana de un día cerrado y oscuro se dirigió, el bueno y aplicado Globe, a la cita de una interesante proposición. Día antes le había llegado una invitación de su leal maestro y amigo, para mantener una reunión que iba a prometer la revolución más importante de su vida. El contenido de la carta nunca se supo, sólo se conoció, muy posteriormente, que estaba redactada en provenzal y que incluía la insinuación de una especie de felicidad adelantada, acompañada de la dirección de un local que iba a servir de punto de encuentro.
Puntual como de costumbre, dejó por un momento su ansiada habitación, y acudió a la cita. Pero, ¿qué sería lo que escondía esa dichosa carta que interrumpía su constante labor intelectual? Esto le provocaba un estado de alteración constante, que parecía no tener freno, sino la idea de anticipar el contenido de esa reunión. Los que le conocimos nunca nos imaginamos un desenlace tan truncado.
-Te estaba esperando, siéntate, siéntate, que pronto nos acercarán café y un zumo con multivitaminas-. Los dos habían llegado a la conclusión de que el desayuno se debía corresponder con las necesidades neuronales que el cuerpo pedía, y no con las biológicas. En un tratado de psiquiatría, habían leído que la acumulación y la conjunción de ciertas vitaminas, combinadas con una dosis de café de moka (importado directamente de Arabia), estimulaba la corteza cerebral, permitiéndoles realizar operaciones muy diversas y simultáneas.
-¿qué ha sucedido?, ¿lo tienes?, enséñamelo.
-ahora no, parece que el local está llenándose.
-¿lo has abierto?
-aún no, espera tan sólo a que pase la tormenta, y luego te explicaré, en mi casa cómo se ha de proceder…
El asunto no tenía porqué habérseles ido de las manos. ¿Quién hubiera sabido que Globe sólo sería un servidor de la causa de la que formaban parte? Eso era imposible de saber, por lo menos a priori. -Hemos llegado, afirmó-. Ya en la casa del maestro, cerraron la puerta sin forzar los goznes para que no chirriase, y con la cautela de que su tono de voz no denotase prisa, ni misterio ante el asunto que iba proponer, se dirigió con paso equilibrado y sonoro hasta donde el discípulo le aguardaba de pie.
Con el tiempo, parece que las cosas cobran una lógica y una interpretación más convincentes, pues hasta hace un año nunca se supo con certeza, en que lugar de la casa se habían desarrollado los acontecimientos. Esto, aunque es un pequeño dato aislado, demuestra la constante curiosidad con que nuestro círculo reparó en todos los detalles del acto. Una vez que se averiguó la versión del maestro, la gente empezó a sospechar de que su verdad (su hipnótica verdad) contenía muchas incongruencias. Muy posteriormente se encontró una prueba que atestiguaba que todo había sucedido en la habitación, pero en la del maestro Alterio, similar a la de su pupilo. Lo único que se tiene confirmado es que el último sitio con el que tuvo contacto, el confiado Globe, fue con una habitación rosada, que infundía paz (quizás por ello la mandó a pintar) y con un gato siamés, que ronroneaba bajo los pantalones del maestro.
-Todo está dispuesto, adelante-.
-Cuando quieras-, contestó Globe.
Llevaba años, (que digo) lustros, y hasta decenios. Se diría que todo su árbol genealógico venía siguiendo, de alguna manera, la pista que de alguna forma le condujera al lugar que todo lo funde y que todo lo encoge y alarga. El infame maestro trató toda su vida, desde que recibió la señal, de coincidir todo lo que había aprendido y todo lo que le faltaba por saber, en un solo punto, que combinado con la sabiduría del Libro le iba a revelar los secretos de todas las eternidades. Alcanzaría con él la sabiduría completa y el descubrimiento de todas las verdades (hasta las que parecían más veraces aún), y todas confluirían en una. Por ello, no había descansado en los decenios en que había estado ocupado con esta idea, buscando de manera afanosa, la ubicación del Libro, que toda la tradición siempre había deseado.
En una vieja habitación, anexa a la Biblioteca de una calle poco transitada, encontró este magnifico ejemplar (parece extraño que haya averiguado el lugar donde permanecía oculto, pero lo que se dice es que tanto el propio Globe estaban predestinados a que les sucediera eso). Era de tapas oscuras, y aunque nunca le dijeron como funcionaba el se aventuró a tratarlo como si fuese un comic viejo y arrugado. Lo manoseó y notó, desde que su tacto rozó la portada y la contraportada, una familiaridad y una seguridad excitantes. Sabía, eso sí, que no debía abrirlo hasta que no se completase el ritual, puesto nunca se sabría la reacción que se formaría a partir de ese momento.
Llevado por el deseo excitante, de compartir su secreto, remitió una carta su único alumno, el laborioso e incesante Globe, en la que le contaba la feliz noticia con un tono más o menos aceptable (codificada en una lengua perfectamente inteligible para los dos), rayando la necesidad estúpida de tener que aparentar una idea inverosímil, sabiéndola creíble por todos los lados. ¡Con ironía, vamos!
¿Está todo a punto?, -le comentó Globe-
-¡Sí, sí, por favor, comienza la lectura...-
El maestro, sin reparar más de una vez en las posibles implicaciones que la lectura provocaría y que tan sólo él intuía, pidió, casi como una orden, que se dispusiera a abrir el libro que encerraba la verdad de las verdades. Globe lo sujeto con sus dos manos y acariciando ambos extremos sonreía ante la idea de poder ser el que admirase los secretos del mundo y de las cosas. No dudo ni un instante, abrió el Libro, y lo primero que le sorprendió fue el olor a humedad que se desprendía de sus descoloridas hojas. ¡Cual fue su sorpresa!, cuando antes de que su maestro le indicase, casi a gritos, que le dijera algo de lo que estaba presenciando, ocurrió algo que de ninguna manera estaba previsto. Las páginas del libro adquirieron un color negruzco, de manera inmediata. Mientras más pasaba las páginas más admiraba lo opaco en que se estaba convirtiendo el Libro. Pero este color, por increíble que parezca, no estaba causado por ningún derramamiento de tinta. La causa de ese negror mate lo formaban las líneas del texto, que de repente adquirieron vida y se movían por todas partes y en todas las direcciones del libro. Primero en el sentido contrario a la correcta escritura, es decir, de atrás a adelante y de derecha a izquierda, acumulando todo el color negro con que estaba escrito el grueso libro, en la primera pagina. Luego esa página se fue desbordando y moviéndose por el resto del libro. Las líneas se movían ahora en el sentido debido, pero sin respetar márgenes ni sangrías. Corrían sin formar ningún dibujo pero pareciendo decir algo, cosa que no podía saberse. Debido a la gran velocidad con la que se trasladaban, líneas, párrafos y frases enteras, dispuestas a multiplicarse y recorrer todos los rincones del libro en busca de no sé que, la admiración de Globe se fue acrementando de manera constante, ante aquel acto tan extraordinario. Sin duda alguna, se le escapaba de su perfecto conocimiento empírico de las cosas.
Mientras tanto el maestro, impertérrito, aguardaba en su silla el transcurso de ese acto. No se inmutó, al igual que Globe, permaneció en silencio presenciando ese acto tan maravilloso. De pronto, lanzó una pregunta al aire sin esperar respuesta. ¿Notas algo?, mientras interiormente sentía un cosquilleo que le pedía que su alumno se involucrase más en el acto. Sin pensárselo dos veces, optó por considerar la opción que más le satisfacía y le pidió, (le ordenó) que tocase y palpase las hojas, que de manera inevitable adquirían ese inevitable color sombrío.
-¿Sientes algo?, ¿te está contestando algo?-
De pronto, un sudor frío se reflejó en la cara de su pupilo. A medida que empalidecía, notaba como su cuerpo dejaba de formar parte de él, sintiendo que sus extremidades se iban separando del resto del cuerpo. Lo que ocurría no era una broma, ni una alucinación, Globe se alejaba de aquella habitación y muy poco a poco, su cuerpo se iba introduciendo dentro de aquel misterioso libro. Éste lo iba succionando desde la cabeza hasta los pies. Sin sentir oposición por parte del maestro o del alumno, el libro acometía aquel acto, ante la curiosa mirada del maestro Alterio. Sin inmutarse lo más mínimo, dejó que los actos transcurriesen con la normalidad que se estaban desarrollando, observando el proceso devorador que había iniciado el misterioso libro. Mientras, Globe se sentía confiado de que aquel acto le pusiese en contacto con una nueva realidad o con el descubrimiento de algún aspecto de lo recóndito del saber, el libro, sin dejar de frenar el proceso en el que todas sus líneas se deslizaban por todo el libro llenando de negro todas las páginas en blanco que encontraba, proseguía en el intento de introducir al pupilo dentro de sus páginas.
Ya estaba dentro del libro, y sin saber como lo había conseguido, observaba como su apariencia física había tornado en un aspecto realmente monstruoso. Se había convertido en una parte más del libro: en una línea más del texto. Ante todos aquellos acontecimientos el maestro sólo observaba, no se podía saber que se le pasaba por la cabeza en ese momento. Sólo admiraba la capacidad del Libro, esperando que por medio de la aparición de aquella nueva línea, se le revelase algo de lo que escondía entre sus negras páginas.
Es curioso como los dos anteponían sus deseos eruditos, por encima del nerviosismo o de la impresión de los actos que se les estaban presentando. No les daba sorpresa la reacción de aquellos actos, sólo querían conocer algo de algunos misterios que el Libro incluía. Ante esa búsqueda, Globe seguía a aquella mancha negra, como una línea más, notando como iba en dirección al final del libro. Al llegar a la última página, aquella mancha negruzca, que estaba formada por la acumulación de líneas y párrafos, comenzó a disolverse poco a poco. Con ella, Globe parecía que se iba con aquel conjunto negro que empezaba a ser una pesadilla.
Después de una intensa mañana, el Libro había dejado un extraño resultado: sus páginas en blanco que de manera asombrosa habían convertido el ejemplar en un libro vacío, y la mirada del maestro Alterio, que se había transformado sorprendentemente. Había cambiado la cara de precisa tranquilidad, por otra totalmente parecida al cariz con que los acontecimientos se habían presentado. Después de la desaparición de Globe, convertido en misteriosa línea, y absorbido por el grueso negror con el que estaba formada la última página, se quedó una única palabra entre aquella blancura que rodeaba al libro. Este hecho fue el que causó la cara de admiración y de sorpresa en Alterio. Pero no significaba esta línea, en los ojos del maestro, la esperanza de recuperar la presencia física de su arriesgado alumno. Al contrario, en lo menos que pensó fue en él. Le parecía que la única frase que había permanecido en el Libro, le revelaría algo de la verdad que estaban encontrando. Nervioso ante aquella palabra, la apuntó en su libreta, temiendo que desapareciese como el resto de líneas. Tembló ante aquella visión que se le presentaba, cuando intentó pronunciar la curiosa y extraña palabra: “ressawsad”. No sabía a que idioma pertenecía o si era una acumulación de palabras que condensaba una idea o un pensamiento. Lo que menos le interesó fue la situación en la que parecía estar sumergido su mejor discípulo, y corrió a buscar la posible interpretación en la biblioteca más cercana. Buscó en varios diccionarios especializados, sin encontrar respuesta alguna. Cuando cayó en la cuenta, de que en vez de una palabra, podía tratarse de un anagrama, combinó la palabra en un montón de posibilidades, hasta encontrar una respuesta que le parecía significativa. Cuando escribió la palabra de derecha a izquierda le dio como resultado: das wasser. Esta palabra le condujo enseguida a su significado recto: significaba “agua” en alemán. ¿Pero que escondía esa sencilla y perversa palabra?
Muchas personas tiempo después todavía se fascinan con esta historia, a las que muchos tachan de fantástica e imaginativa. Nuestro grupo de colegas perdimos el contacto con el maestro Alterio. Supe todo esto, por medio de las palabras de un amigo que había tenido una conversación larga y tendida con el astuto y perverso maestro.
Sólo se ofrecieron dos respuestas ante aquella curiosa respuesta del Libro. Los más tradicionalistas y Alterio pensaron que era una muy buena pista, y que podría conectar con la idea presocrática ofrecida por Tales de Mileto en la que el elemento acuoso sería el más importante de la naturaleza. Ante esa idea trabajaron todos muy largamente acerca de las posibles relaciones que se podrían establecer en la Bioquímica o en la Física aplicada.
Otros, en la que me incluyo, creímos que todo se trataba de una burla del Libro, por tratar sacralizar la persecución constante de la verdad. Creímos que el Libro había tomado vida para castigar a los ociosos y curiosos, que de manera constante y laboriosa, tratan de buscar una verdad absoluta e inamovible que les arregle el mundo. Quisimos pensar que era un acierto, que el saber se defendiese de los que atentaban contra el absolutismo intelectual. Maravillados ante aquella increíble pero cierta actitud, no nos asustó la reacción del libro, más bien la aprobamos. Algunos piensan que el espíritu de Sócrates estuvo detrás de aquella acción realizada por el Libro, siendo no obstante, una defensa de la historia y de otro mundo del saber.
A partir de ese momento no se supo más del erudito convertido en línea. La gente se pregunta todavía, cómo había podido desaparecer Globe, y cómo el maestro Alterio había consentido que su alumno predilecto se introdujese en lo desconocido, sin saber sus consecuencias. De él sólo se sabe que había abandonado la ciudad y que andaba al acecho de que algún otro ingenuo se maravillase de sus increíbles teorías. Lo que pasó aquel día le había dejado una huella casi permanente, y lo ocurrido posteriormente a su desaparición, había fomentado más aún su labor investigadora.
Todavía se recuerda la historia en nuestro círculo de investigación, y nadie, al menos por ahora, ha intentado manifestar una idea global que encierre la verdad de las verdades.

25/8/11

Sin palabra

Y entonces, cuando no podía dormir, cuando lo intenté y no pude, te me apareciste como sombra. Como sombra embriagadora, como rayo de tormenta, como silueta vaga, que huye y no aparece. Con la firmeza de una palabra que no puedo pronunciar, con todo y con nada.
Mas, en un instante, te llegaste a mi cama susurrándome algo en un extraño idioma, invitándome a pronunciar contigo la palabra que no debe pronunciarse… Me llevaste al Edén nuevamente, y allí tú y yo saboreamos el mito, recreándonos en nuestra desnudez, avanzando más y más el espacio, haciéndolo cada vez más amplio. Olores, sabores, miradas, todo apareció ante mí, furtivamente. Y mientras el Edén seguía siendo Edén, el tiempo dejo de ser un problema, todo se desvaneció, incluso mi alma. Pero fue mi cuerpo el que fue testigo de aquel milagro de la lejanía, paradójica lejanía que se hacía cercana, cada vez que me atrevía a susurrar la palabra que no puede ser dicha. Toda nuestra pasión fue rápida, secreta e intensa. Sólo es testigo de tu cuerpo estos mis ojos y tu piel, mis labios o tu pelo, mayor testigo si cabe de un paraíso corto. Porque, de pronto, llovió en mi ventana, se oyeron truenos y el olor a tierra mojada me hizo salir del Parnaso, para volver en mí, desorientado de tan extraño viaje. Ahora ya no estás, y es extraño, porque estando solo todavía no me he atrevido a pronunciar la palabra con la que daba fuelle al Paraíso que habíamos creado.