7/4/25

La Posmodernidad, luces y sombras

La película "Adolescencia" muestra los peligros de las redes sociales, del lenguaje y, en definitiva, de todo lo pernicioso de la web: códigos, formas nuevas de conducta y de pensamiento, no muy racionales, precisamente. Pero lo que más llama la atención de la serie es la causa de por qué pasa lo que pasa realmente en la serie, esto es: la atomización de la sociedad y del ser humano moderno. Los adolescentes de hoy viven en su cuarto con su pequeño teléfono móvil, oyendo y viendo enseñanzas de todo tipo. Esta es una de las consecuencias de la historia del pensamiento moderno: la fragmentación de la sociedad hasta el límite en que los consensos que había en el pasado dejan de darse. Familia, Televisión, Colegio, Vecindario, Religión, Pueblo, Barrio (he puesto las mayúsculas adrede) formaban parte de lo mismo, puesto que en cada uno de los escenarios se compartían códigos parecidos o similares. Lo que los movía en el pasado (tal vez) eran los propios valores sociales, la razón, la fe, el progreso, etc., que fueron algunos de los pilares de la Modernidad, forma de pensamiento que nació en la Ilustración, allá por el siglo XVIII. Estamos asistiendo a la muerte de esta forma de pensar, un lento ocaso, habiendo sido sustituida por esta otra nueva: la Posmodernidad.

 

En los años 40 del siglo XX, después de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, fue la primera vez que los valores anteriores entraron en crisis de manera general: (con la palabra ciencia se hicieron bombas atómicas; el concepto elevado de Razón desembocó en el Holocausto/Auschwitz y el de Progreso se tornó en pobreza, hambre y desnutrición, todo ello más claro con el altavoz de los medios de comunicación de masas: prensa, radio y televisión). La contracultura (los hippies de los años 60) dejaron de creer en la sociedad de sus padres y fueron (Posguerrra, Contracultura, Vietnam, Mayo del 68) el caldo de cultivo para que en los años 70 un grupo e Intelectuales acuñaran el concepto de Posmodernidad, término que se podría definir como la etapa de la historia, vista la crisis de los valores anteriores, en la que se redefinen los conceptos, las ideas, las personas, el poder, las relaciones, el género, la sexualidad, la economía, el Progreso y los pocos acuerdos que se dan, van a dar lugar un multitud de interpretaciones y a un largo “depende”: depende la cultura, depende de la familia, depende del país, depende de cada sexo, de cada orientación…

Es decir, se pasa de honrar lo Absoluto en la Modernidad, a lo relativo en la Posmodernidad. Esto ha llegado a tal extremo, que intentar llegar acuerdos es prácticamente imposible: cada familia es única (claramente) y cada individuo (lógicamente) más. Por lo tanto, ¿qué sociedad vamos a construir? ¿Con qué acuerdos estaremos de acuerdo?, (válgame el juego de palabras). Pues eso: hemos dejado a nuestros hijos solos en sus habitaciones, a merced de su unicidad, de sus particularidades y sin relación con el otro: Familia, Colegio, Barrio/Pueblo, Televisión, Religión/Espiritualidad, puesto que todos están igual de fragmentados. El valor de los verdaderos Humanistas de nuestro tiempo (muy lejos de los intelectuales de los años 70) será que el que anteponga unión y consenso frente a fragmentación y disputa.