11/3/10

De corazones.

Otro de corazón abierto que va por detrás. Otro de corazón hendido que no piensa el nunca más. Otro que piensa salirse, otro que espera esperar. Otro que quiere y no sabe. Otro que ya nunca volverá.
Quizá sea el mañana lo que deseen tus labios de esmeralda, ahora que la primavera llama a tu puerta. Más tarde puede que sean los gozos, pero ahora, amigo, ahora sólo quedan las distancias. El tiempo.
A lo mejor sea ése el problema, acostumbrados al timbre del silencio, nos asomamos al balcón de los sueños, anhelando el pasado, nuestro gran porvenir.
Mas ahora me ves diminuto, encogido, porque ese es el jeroglífico de nuestras vidas. Una vida que viene y una vida que va, calzada o no con la compañía de la aurora. El vino tinto de todas las mañanas, la soledad más profunda, en esta barca de la vida que llamamos muerte.
¡Y tú me entiendes!, porque está hecha con amor, con promesas vagas que aletean alejándose rumorosas al contemplar su estado.
No huyas tú, sostente, ¡mantente vivo! Despierta amigo, adelante compañero. Vamos desapareciendo, tú, yo; tú que has comprendido que no estás solo, yo, que no he comprendido nada todavía. Más bien que huyo, de lo irrefrenable, de la pérdida total, del silencio más austero.
En la noche más avanzada no te permitas contar olvidos, promesas o desencantos. Resístete a vivir atado. Contempla, entonces, tu estado y vive tranquilo, porque nadie va a dormir, nadie llamará a tu puerta, pero tú, amado amigo, tú si puedes sostenerlos en su presencia. ¡Qué no tarden tus manos, que se retrasen tus ojos y que tu boca sueñe palabras en cada prueba que la vida disponga!
Ojos, labios, manos. Un himno a ti cantaría, ¡pero deja que me quede aquí adentro, junto a tu compañía!, en tus brazos, en el alma que tú has creado.

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