12/10/10

Cuando me he resfriado…

Quiero decir en este día, tantas y tantas cosas como rebosan en mi ser, y es tan difícil ponerlo por escrito… No es que no pueda sino que no sé pintar la realidad para que ésta adquiera el valor que se merece.
Si sólo pudiera ser en “carne viva”, si la piel no ejerciera de frontera, si sólo fuera posible ver sin explicar. Si contar fuera lo mismo que cantar (¡y no sólo es un juego de palabras!), podría expresar lo que siento, sin caer en la vehemencia de querer retratarlo perfectamente.
Pero ahora me encuentro resfriado y me cuesta expresarme y hasta pensar, soy consciente de que soy una marioneta de mis propios virus, y aún a pesar de saber y sentir que hago bien las cosas que la vida me pone por delante (incluso el darme cuenta de mis propios errores), hoy no he podido retratar mi mundo tal y como lo desearía…
Quizá la conclusión más inmediata de mi estado es mi propio estado inmediato, mi imperfección, mi maravillosa imperfección, que me hace ser más fuerte, pues en mi debilidad, en la conciencia de mi pequeñez como SER, en ella, y en su certidumbre reside toda mi fuerza. Como la de un capitán de barco que sabe cuando cambiar de rumbo o cuando poner ancla. Como la afanada ama de casa, que tiene que hacer mil cábalas para que todas las cuentas y todas los elementos de la casa cuadren. O como el futbolista, cuando piensa en un segundo hacia donde va a dirigir su regate.
Querría pensar un “como todos”, pues al fin y al cabo todos “capeamos el temporal” y “todos sabemos darle la vuelta a la tortilla”. Mas, a veces, yo el primero creo que puedo controlar todo y abarcar todos los pros y los contras, convirtiéndome por un instante en un superhéroe codiciado por mi propio ego. Por eso, terminaré diciéndome y “alegrándome” de estar resfriado, pues al final, por mucha metafísica o filosofía, soy un ser vivo, simplemente, al que no le dejan vivir, unos bichitos que habitan en mi CUERPO. “Mi cuerpo…”: ¡tremenda paradoja!

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