Hoy he decidido no esperar por nadie. Muere
quien no lleva a cabo sus esperanzas. Termina muriendo quien no se atreve a
volar, a batir las alas sea de noche o de día. No levanta el vuelo quien tiene
miedo, quien posterga, quien intenta doblegar el cemento. Quien no mira más
allá de su ventana. Las sombras no albergan esperanzas, más bien rodean los
sentimientos encontrados, terminan escondiendo la palabra, el encuentro, la
belleza.
Ayer esperaba muchos cambios, esperaba que tú
intentaras darme la respuesta, te observaba en majestuosa aparición. Pero no
llegaste. Me quedé solo. Entonces no quedó otra respuesta que fundirme en mis
apariciones, en mis amigos y amigas. Y seguí avanzando. En este espacio de
vacuidad todo es posible, aquí el recreo es indudable, incierto como el saber y
el no saber. La mayor de las respuestas es la creación, el ser indomado. La
posibilidad de la magia verdadera.
Uno nace con un fin, con un propósito, aunque
esté velado y se tarde tiempo, y uno lo construya y lo deconstruya progresivamente.
¿Qué dejar morir?, me digo. ¿Qué abandono habrá que hacer? Pero sin dramas, sin
torturas ni culpas. Sin autoflagelarse. Uno deja en la cuneta los viejos
hábitos, las viejas rutinas, las innecesarias, y se abre a las nuevas
posibilidades, aunque generen esfuerzo.
No temeré los puentes construidos por mí. No
renunciaré a seguir avanzando. No estaré caminando de puntillas. Iré firmemente
en el trazo del dulce abismo. Renunciaré a una orilla para alcanzar la contraria.