Noto
volar golondrinas, cerca, muy cerca.
Pareciera
que cantan la mañana
pero no
lo es, más bien repiquetean
dentro
de mi dormida cabeza.
Es
temprano para hablar del amor, me digo.
Enciendo
un cigarro y preparo un café,
me abro
a lo desconocido y siento un espacio
que se
extiende sobre mi percepción,
reduciendo
los fantasmas y alargando el presente.
Pienso
en ella, las imágenes no son coherentes,
sigo
firme en mi solitaria perseverancia.
Ella no
tiene nombre de mujer, ni es diosa.
Cuando
la siento aproximarse a mi frente
percibo
su estructura, su forma, siempre esquiva.
Y
mientras se esconde, me llega su fragancia:
pinceladas
de creatividad y matices libertarios.
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