16/2/18

Alma

Te vi una mañana, en sueños.
Eras clara, diáfana, inteligente,
tan perfecta que mi nombre
era indigno de contemplarte.
Te esquivaba, te huía.
Con dulzura me observabas,
con amabilidad comprendías,
con ternura estabas cerca,
no rehuías mi tormento.
Y en el sueño vi la naturaleza
de las cosas innombradas.
De tanto escrito, de una larga biografía
sin ser anciano aún
me acerqué porque eras parte olvidada. 
Y me sentí esquivo del amor
y te tuve y me tuve miedo;
pero solo me contemplabas,
solo eras espejo invisible
de un paraíso posible aquí, no más allá.
De tu sonrisa hablará mi sonrisa,
en tu silencio soñarán mis fronteras
y la entrega ciega al animal manso.

                                                    inefabilidad


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