14/7/18

La tierra del cielo



Yo creí saber qué era el tiempo
y solo oigo el mar susurrante,
que bosteza, grita y crece
y nunca reclama su retroceso.

Yo supe del aroma del viento
alejando las flores secas,
atrayendo el misterio insondable,
en el balcón de lo inmenso.

Cuando supe que era verano
refresqué el alma tibia
con un sol vivificante y serio,
testigo sereno y fiel hermano.

Sin embargo, ahora vivo en la ciudad
y contemplo y, a veces,
no existo ni pienso, enmudezco.
Y sé por fin, quiénes fueron los maestros.


                                                     inefabilidad

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