14/9/14

Tantas ganas...

Y esas ganas de viajar a remotos lugares
donde el espacio no parezca un decorado,
donde la gente se mire a los ojos
y las posturas sean suficientemente amplias
para hallar belleza ante algo tan simple;
donde los colores no sean monocordes
o ya vistos en el catálogo de turno
o en la tendencia artística de moda
sino que sean el brillo, la intensidad
el riesgo de las tonalidades
los factores asociados al gusto y al impacto
y no elegidos desde una convención,
y todos ellos juntos, despierten los sentidos
e inyecten la vitalidad como una buena dosis de café.

Lugares en los que las diferentes normas
nos hagan cuestionar ontológicamente
cuál es el verdadero sentido
de la palabra ley, norma, premio o castigo;
refugios en los que perderse y encontrarse
en el mar o en la montaña,
al lado del mal llamado ecosistema
y que inspiren descansos  y leyendas, sonrisas
y nos demuestre que es ahí
donde se da la libertad verdadera;
espacios para la paz y el sosiego,
para la aventura y la imaginación
para las preguntas y respuestas
y para hacernos una verdareramente:
¿qué estamos haciendo aquí?, ¿podré ser feliz siempre?

Tiempo para nunca hacer nada
y para hacerlo todo al mismo tiempo.
-¡Qué pena hablar de espacios remotos!
-¡Aquí hay que irlos construyendo!...
El de aquí lo ve un horror,
el de más allá un sinsentido
otros me escuchan asustados
y otros ni siquiera me prestan sus oídos.
¿Será verdad que nos hemos acomodado?
Que el agua y el resguardo nos han privado de existir.
Tal vez sea el Miedo con su cara de Tarzán
el que ponga freno a cualquier riesgo innaudito...
Solo digo una cosa, mi aportación es esta:
¿y si nos preparamos para hacerlo realidad
en nuestros pueblos y ciudades?
Sé que es imposible, pero yo ya lo estoy haciendo,
aquí, ahora
en mis palabras y en mi pensamiento...

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