20/11/09

El uno por el otro, la casa sin barrer.

A Victoria
Mi abuela tiene 95 años, bien llevados, con sus idas y venidas de salud, pero con muchos deseos de vivir. Nació en 1914, estudió, aprendió a leer y a escribir -hecho que sería decisivo para ella como mujer y como ser humano, y para mí-, me encantaban sus historias y cuentos con los que me entretenía y me formaba en el tan decisivo y agradable “mundo” de la tradición oral, hoy ya desvencijado por la era digital. Cada vez es más difícil encontrarnos al calor de una cerveza o de un cortado para contarnos. Nos cuesta. Y qué decir de las nuevas generaciones y su amor por lo instantáneo, donde lo oral está proscrito, sólo porque no se sabe hablar, contar, o porque el que se expresa y cuenta me refleja mi ineptitud, mi poca  formación profunda como individuo/persona (no la superficial, como hombres y mujeres/chicos o chicas socializados).
Mi abuela en 1931 tenía 17 años. Si su sistema educativo hubiese sido como el actual, mi abuela habría estudiado hasta los 16 años y habría obtenido su Graduado en ESO. Habría titulado en 193o. Siempre dijo que era una buena estudiante, le gustaba, a pesar de las dificultades geográficas en las que vivió, un maravilloso pueblo, de muy difícil acceso, tanto para el que se iba como para el que venía a él. Sin embargo, siempre comprendió los mecanismos lingüísticos que conformaban la variedad estándar del español (esta expresión es claramente posterior a su juventud), o la norma. También entendió que las matemáticas estaban hechas universalmente, puesto que los extranjeros con los que se encontró, después, razonaban y contaban como ella.

La Real Academia en el año 1931 publicó su Gramática de la Lengua Española. Mi abuela habría estado fuera del sistema si siguiéramos el argumento del párrafo anterior. En ella se publicaron las directrices por las que se regirían 400 millones de hispanohablantes. Una gramática normativa como lo fue ésta, no iría a hacer muchas concesiones a la descripción de los fenómenos lingüísticos “per se”. No limpiaría, más bien se encargaría de fijar y dar esplendor, como reza (versionado) su lema. Pues bien, mi abuela habría aprobado en 1930 la Secundaria Obligatoria y un año después  “ regalo” sería una serie de normas y procedimientos lingüísticos por los que los españoles de buen hacer deberían regirse. Los usos particulares, la metaforización libre y la conciencia de que la lengua es una creación individual y colectiva, perteneciente a las personas y no a las universidades, academias o diccionarios estarían fuera del alcance de casi toda la población. Y si hay alguna duda, consulten al clero, algunos académicos y demás gente de bien.
Setenta y ocho años después de esa publicación, 78, es decir, en 2009, la Real Academia publica una nueva Gramática del español. La gracia de ésta, según parece (no la he leído) es que esta consensuada por el resto de las Academias, por lo tanto, hay una buena intención de promover la  Comunicación y tolerancia de otras formas de hablar y expresarse, teniendo en cuenta que mientras Rulfo, Octavio Paz, Cortázar,  Sábato, Borges, Storni, García Márquez , Benedetti o Neruda y otro largo etcétera de escritores/as con mayúscula representaban a una población que hablaba y narraba (con mayúscula) el yugo de una Academia centralizada frenaba la creatividad de miles, millones de personas en España. ¡Qué duro! Sólo hay que acudir a nosotros, cuando ante una palabra ingeniosa y/o creativa solemos decir, entre avergonzados y embargados por el miedo del que ha robado un golosina: -¿Está en el diccionario?-
Recordemos al desaparecido y gran persona Andrés Montes. En esta página: http://listas.20minutos.es/?do=show&id=155025 aparecen SOLO 78 palabras y expresiones que el creó. La expresión  onomatopéyica tiqui-taca, por ejemplo, designaba para él el juego vistoso, al toque, sin “patadones” . O la también archifamosa: Jugón, que designa al genio que hace grandes jugadas. ¿Cuál sería su reemplazo? ¿Jugadorazo? Creo que para muchos, Andrés Montes era un peligro público, ya que vivió y se expresó libremente. Yo por lo menos se lo agradecí, profundamente.
Ahora mi abuela estará durmiendo la siesta o inquieta para levantarse. Está mayor y le cuesta oírme si no le hablo lo suficientemente alto. Es posible que la llame para saludarla y al mismo tiempo le diga que todo pasó, que ya la Academia terminó de “limpiar” y que lo de “fijar” y “dar esplendor” (LO QUE SIEMPRE HAN HECHO) empieza ahora. ¡Claro!, esto sería una muy buena noticia. Sin embargo, si le explicara todo esto, mi abuela me diría algo así (por algo soy su nieto): -¿Y si llevan 78 años sin publicar una Gramática, por qué se hace llamar la Real Academia?-
Y yo, para que no le dé un síncope y para tranquilizar las conciencias de los que están en los sillones con sus respectivas letras, más toda la caterva de letrados que les asesoran y acompañan, le contestaría: –¡Abuela, abuela, no hay que verlo tan mal! En 78 años han publicado al menos, un Esbozo de la que es la actual Gramática.
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