22/8/10

Sin título.

Te quiero con la cartilla vacía, sin tener los papeles en regla, te quiero como seas, siempre y cuando seas tú y me lo muestres.
Te quiero porque sabes que el uno más uno siempre tiene como resultado el dos, y no el uno, fruto de dividir el uno partido por el uno.
Te quiero porque te sobran las matemáticas, porque nunca supiste de logaritmos ni de empresas que dañaran lo que realmente sientas de corazón.
Te quiero porque nunca abandonarás el misterio ni la aventura. Ni tampoco la palabra juntos, canoa que lleva del infierno al Parnaso, pero aquí, en la Tierra.
Te quiero porque no te andas con chiquitas, porque sabes en realidad que el dolor es amigo, hermano y conocido de todos los que nos rodean, empezando por nosotros.
Te quiero llevando palabras, aun a sabiendas de que el silencio dicta siempre las frases al corazón, sin vías de escape.
Te querré cuando te vea, cuando realmente te vea verdaderamente, y no antes, cuando las fronteras que separan nuestras inquietudes se fundan en ese entonces, y demos lugar a una forma de vida en forma de proyecto.
Te querré desde el preciso instante en el que te despida por la ventana, del mismo modo que cuando te vea de cerca, muy cerca de la profunda intimidad.
Te querré cuando nos veamos, y comprendas quién soy yo y qué cosas no quiero, de la misma forma que el océano comprende lo que es la arena, o los influjos cíclicos de la Luna.
Te querré porque ya no podríamos hablar sobre asuntos inconclusos o complejos, sino del reconocimiento de nuestras miradas, traducido en tacto, temblor, fuerza, suspiro o carácter. Uno, ¡siempre uno!, en una emoción compartida… ¡Si ambos sabemos, lo que es compartir la Vida!

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