8/5/11

“Inocencia ficticia”.

El niño que visitaba la juguetería cada poco tiempo se admiraba doblemente: aquel universo era magnifico como magníficos tendrían que ser sus padres, junto a aquellos otros, que ponían su empeño en admirar y prestar atención a los objetos de su entretenimiento diario.
Doblemente se sorprendió también el día en el que se dio cuenta de que sus padres eran tan niños como él: ocurrió el día en el que con banderitas en la mano agitaron y ondearon el aire al paso de la comitiva de un señor que iba en un coche y al que todo el mundo alababa. Ese mismo día comprendió que los adultos y los niños no eran tan diferentes. Como oyó en divertidas y en repetidas  bocas la palabra “candidato”, como si fuera parte de un juego, entendió también que los juegos entre adultos tenían otras consignas menos emocionantes pero igual de divertidas.
Ese mismo día, por la noche, mientras recibía las buenas noches escuchó de su padre un frase muy directa que no entendió: “La no violencia es el camino hacia un futuro pacífico”. Al quedarse solo después de que se padre se fuera, se sintió por primera vez menos niño. No entendió como su padre le hablaba de un mundo pacífico, si esa misma mañana le había regalado una metralleta y un carro de combate en su amada  juguetería.

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