¡oh fortuna!,
te quiero porque me haces dar cuenta
de mis imperfecciones,
me subes a tus colinas
verdes, y de ahí puedo absorber
la miel en mis labios.
¡Cómo son los sabores en mi lengua!
Deseo, esa es mi piel
que tú acaricias, y como al Platero,
graciosamente grisáceo
me arrancas en tu ternura la flor de un instante
y yo lo pruebo y lo recuerdo
y se me va en la memoria el gesto
y entre nosotros sabemos qué estamos escribiendo. En tu pecho.
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