25/12/09

La Navidad del 25


Después de un largo viaje, Nasrudín se encontró entre la bulliciosa muchedumbre de Bagdad. Nunca había visto un lugar tan grande, y la gente que llenaba las calles lo confundió.
-Me  pregunto cómo se las arregla la gente para no perderse y para saber quiénes son, en un lugar así –reflexionaba Nasrudín.
Luego pensó: –Debo recordarme bien, de lo contrario podría perderme.
          Apresuradamente se dirigió a una posada. Un bromista estaba reposando en una cama ubicada al lado de la que había sido asignada a Nasrudín. Este quería dormir una siesta, pero tenía un problema: cómo hacer para encontrarse a sí mismo nuevamente cuando despertarse.
Se confió a su vecino.
          -Muy sencillo dijo el bromista-. Aquí hay una vejiga inflada. Átela alrededor de su pie y váyase a dormir. Cuando se despierte, busque al hombre con el globo y ése será usted.
-Excelente idea –dijo Nasrudín.
          Un par de horas más tarde, el Mulá se despertó. Buscó la vejiga y la encontró atada a la pierna del bromista.
Pensó: “Sí, ese soy yo”. Entonces, enloquecido de miedo, empezó a zarandear al otro hombre:
           -¡Despierte! Algo ha sucedido, tal como yo pensé. ¡Su idea no ha dado resultado! –Despertó el hombre y le preguntó cuál era su problema. Nasrudín señaló la vegija.
           -Me doy cuenta por la vegija de que usted soy yo. Pero si usted soy yo, ¿quién, por el amor de Dios, SOY YO?

Idries Shah: Las hazañas del incomparable Mulá Nasrudín.


Bagdad

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