24/12/09

¿Qué es la Inefabilidad?

Al principio…
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La muestra
Hallándose un día sentado en la casa del té, Nasrudín quedó impresionado ante la retórica de un erudito viajero. Al ser cuestionado sobre un asunto por uno de los asistentes, el sabio sacó un libro del bolsillo y lo golpeó sobre la mesa diciendo:
   -¡Ésta es mi evidencia! Y lo escribí yo mismo.
   Un hombre que podía no sólo leer, sino también escribir, ya era algo raro. ¡Qué decir de un individuo que había escrito un libro! Los aldeanos trataron al pedante con mucho respeto.
   Días más tarde, Mulá Nasrudín se apareció en la casa del té y preguntó si alguien quería comprar una casa.
   -Dinos cómo es, Mulá –le pidió la gente-, pues ni siquiera sabíamos que tenías casa propia.
   -¡Las acciones hablan mejor que las palabras! –gritó Nasrudín.
   Extrajo un ladrillo de su bolsillo y lo tiró sobre la mesa, frente a él.
    -Ésta es mi evidencia. Examinen su calidad. Y la casa la construí yo mismo.

Idries Shah: Las hazañas del incomparable Mulá Nasrudín


Después:
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Toda la Tierra tenía una misma lengua y usaba las mismas palabras. Los hombres en su emigración hacia oriente hallaron una llanura en la región de Senaar y se establecieron allí. Y se dijeron unos a otros: «Hagamos ladrillos y cozámoslos al fuego». Se sirvieron de los ladrillos en lugar de piedras y de betún en lugar de argamasa. Luego dijeron: «Edifiquemos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue hasta el cielo. Hagámosnos así famosos y no estemos más dispersos sobre la faz de la Tierra».
Mas
Yahveh descendió para ver la ciudad y la torre que los hombres estaban levantando y dijo: «He aquí que todos forman un solo pueblo y todos hablan una misma lengua, siendo este el principio de sus empresas. Nada les impedirá que lleven a cabo todo lo que se propongan. Pues bien, descendamos y allí mismo confundamos su lenguaje de modo que no se entiendan los unos con los otros». Así, Yahveh los dispersó de allí sobre toda la faz de la Tierra y cesaron en la construcción de la ciudad. Por ello se la llamó Babel,[1] porque allí confundió Yahveh la lengua de todos los habitantes de la Tierra y los dispersó por toda la superficie.
(Capítulo 11 del Génesis)


En nuestros días:

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Nasrudín y los hombres sabios
Los filósofos, los lógicos y los doctores de la ley fueron convocados a la Corte para interrogar a Nasrudín. El caso era serio, pues el Mulá había admitido haber ido de pueblo en pueblo diciendo: –Los así llamados sabios son personas ignorantes, indecisas y desorientadas.
   Se lo acusaba de estar minando la seguridad del Estado.
   -Usted puede hablar primero -dijo el Rey.
   -Que traigan plumas y papel –pidió el Mulá.
   Plumas y papel fueron traídos.
   -Que les sean entregados a cada uno de los siete sabios.
   Su indicación fue cumplida.
   -Que separadamente respondan por escrito a la siguiente pregunta: ¿Qué es el pan?
   Así se hizo.
  Las respuestas fueron entregadas al Rey, quien las leyó en voz alta.
  La primera decía: “Es un alimento”.
  La segunda: “Es harina y agua”.
  La tercera: “Un don de Dios”.
  La cuarta:  “Masa horneada”.
  La quinta: “Depende del sentido que se le dé a la palabra”.
  La sexta: “Un sustancia nutritiva”.
  La séptima: “Nadie lo sabe realmente”.
  -Cuando ellos decidan lo que es el pan –dijo Nasrudín-. podrán formarse juicio sobre otras cosas. Por ejemplo, si estoy en lo cierto o o me equivoco. ¿Puede usted confiar a gente como éstas asuntos que impliquen evaluar y juzgar? ¿No es extraño que no puedan ponerse de acuerdo sobre algo que comen todos los días y que, sin embargo, coincidan en que soy un hereje?
Idries Shah: Las hazañas del incomparable Mulá Nasrudín

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