Alguien se preguntará, por qué pongo un nombre así al título de una entrada de blog. Sinceramente, no lo sé. Y de eso precisamente va esta entrada, es decir, de descubrir el trasfondo del título. Vivir en salud, ¿vivir en salud…? ¿Será una certeza? ¿una hipótesis?, ¿una quimera? o una realización casi imposible viviendo en un cuerpo mortal, con enfermedades inmortales, con “científicos” o empresarios farmacéuticos totalmente incurables, pero mortales, eso espero.
Y sabiendo esto, ¿por qué poner más leña al fuego? ¿Por qué no curarnos en salud? Francamente, nos gusta la píldora de la felicidad y dorar la píldora también, aunque sin asumir riesgos, pero a pecho descubierto y sin muchos dolores de cabeza. Sin embargo, sin dar el brazo a torcer…
Amigos, ¡probemos un remedio, ya, que quite las penas, aunque sea jarabe de palo! Pero antes que nada repasemos, démonos cuenta de cómo vamos enfermando, lentamente, casi sin darnos cuenta. Sí, sin darnos cuenta. Sí, sin contar. (Cuento y cuenta es la misma palabra, como barco y barca o como cesto y cesta).
Vivimos durante un tiempo y no nos damos cuenta de nada pero presumimos de contar con todo el mundo y que EL MUNDO (¡el periódico no!) cuenta con nosotros. ¡Así nos va! Un mundo que ha perdido la palabra (en todos los sentidos), se ha esfumado (viene de humo), aunque pidamos la palabra, pero no para dar la palabra sino para pedir permiso, porque queda más decente ser un hombre de palabra, aunque un notario tenga que dar fe de mis más íntimos planes.
Nunca hubo una profesión tan filológica, sin embargo la ejercen burócratas, que difícilmente saben algo semánticamente relevante. Esa es mi opinión, en un mundo donde se tiene claro todo lo relacionado con aranceles, hipotecas, minuta, honorarios y un largo etcétera, Pero de otro corto etcétera se sabe bien poco, como es del dolor, la injusticia, el desamparo o la desesperación. ¿Cómo alguien puede dar fe de unas cosas y de otras no? Es curioso, no se da fe del desequilibrio social. (Bueno, ¡esto no lo sé!, a lo mejor alguien me da fe de eso). ¡Ah, sí!, si dar fe es corroborar no me tranquilizaría, sí dar fe es confirmar, o dar la palabra, ya veríamos. Pero ¡señores!, ¡pero si no sabemos lo que es dar la palabra! Y si no, ¿qué hace un notario dando fe de un seguro de vida?
El padre Nicanor Reyna en Cien años de soledad trataba de explicar a sus feligreses la levitación después de tomar una taza de chocolate, que era ingerido, como prueba de aquel increíble prodigio. Los libros de texto sobre ésta temática o época (no todos) tratan a este libro de manera muy distinta a como son tratadas las novelas realistas del XIX o de otro momento histórico. Con el nombre de Realismo Mágico se etiquetaría a los hechos realizados por personajes como el padre Nicanor. También en este libro aparece un personaje femenino encantador, Remedios la bella. La peculiaridad de su vida (entre tantas) es que no murió sino que ascendió al cielo entre unas sábanas. Este hecho es definitivo, dentro de la Crítica Literaria, para catalogar a este libro en este subgénero o categoría narrativa.
Visto lo anterior, yo me pregunto, ¿qué hace la gente yendo caminando durante todo el 14 de agosto con el fin de llegar a la basílica de la Virgen de Candelaria? ¿Qué se celebra el 15? La Asunción. Es decir, la conmemoración (el recuerdo) de una mujer que fue asida al cielo. Si estuviera demostrado, todavía podría entender que Occidente fuera un lugar real, y no mágico (en el sentido más crudo de la palabra).
Lo más curioso es que el Cristianismo (pilar de Occidente) es una religión donde la fe es uno de sus pilares. ¡Ahí la trampa! Hace tiempo que explico que el Realismo Mágico es un acto de fe, como la vida misma en Occidente diariamente.
El padre Nicanor necesitaba el chocolate como estímulo y como prueba para su demostración. ¿Qué harán los notarios en este mundo nuestro tan mágico, ¡también!, para demostrar que son avales de un seguro de vida?:
Lo avala el gobierno en última instancia. ¿Cómo proponer un seguro de vida, si lo más seguro es que es que no haya nada seguro? Y si no recuerden la foto de las Azores, después de que 10 millones de almas gritarán y patalearan pidiendo seguridad.
Ahora mismo me apetece una taza de chocolate…
(Continuará…). ¡Qué bien! Siempre me apeteció escribir esto, jeje… ¡Pues lo dicho!, ¡continuará!
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