13/12/09

VIVIR EN SALUD

     Alguien se preguntará, por qué pongo un nombre así al título de una entrada de blog. Sinceramente, no lo sé. Y de eso precisamente va esta entrada, es decir, de descubrir el trasfondo del título. Vivir en salud, ¿vivir en salud…? ¿Será una certeza? ¿una hipótesis?, ¿una quimera? o una realización casi imposible viviendo en un cuerpo mortal, con enfermedades inmortales, con “científicos” o empresarios farmacéuticos totalmente incurables, pero mortales, eso espero.
Y sabiendo esto, ¿por qué poner más leña al fuego? ¿Por qué no curarnos en salud? Francamente, nos gusta la píldora de la felicidad y dorar la píldora también, aunque sin asumir riesgos, pero a  pecho descubierto y sin muchos dolores de cabeza. Sin embargo, sin dar el brazo a torcer…
Amigos, ¡probemos un remedio, ya, que quite las penas, aunque sea jarabe de palo! Pero antes que nada repasemos, démonos cuenta de cómo vamos enfermando, lentamente, casi sin darnos cuenta. Sí, sin darnos cuenta. Sí, sin contar. (Cuento y cuenta es la misma palabra, como barco y barca o como cesto y cesta).
Vivimos durante un tiempo y no nos damos cuenta de nada pero presumimos de contar con todo el mundo y que EL MUNDO (¡el periódico no!) cuenta con nosotros. ¡Así nos va! Un mundo que ha perdido la palabra (en todos los sentidos), se ha esfumado (viene de humo), aunque pidamos la palabra, pero no para dar la palabra sino para pedir permiso, porque queda más decente ser un hombre de palabra, aunque un notario tenga que dar fe de mis más íntimos planes.
Nunca hubo una profesión tan filológica, sin embargo la ejercen burócratas, que difícilmente saben algo semánticamente relevante. Esa es mi opinión, en un mundo donde se tiene claro todo lo relacionado con aranceles, hipotecas, minuta, honorarios y un largo etcétera, Pero de otro corto etcétera se sabe bien poco, como es del dolor, la injusticia, el desamparo o la desesperación. ¿Cómo alguien puede dar fe de unas cosas y de otras no?  Es curioso, no se da fe del desequilibrio social. (Bueno, ¡esto no lo sé!, a lo mejor alguien me da fe de eso). ¡Ah, sí!, si dar fe es corroborar no me tranquilizaría, sí dar fe es confirmar, o dar la palabra, ya veríamos. Pero ¡señores!, ¡pero si no sabemos lo que es dar la palabra! Y si no, ¿qué hace un notario dando fe de un seguro de vida?
El padre Nicanor Reyna en Cien años de soledad trataba de explicar a sus feligreses la levitación después de tomar una taza de chocolate, que era ingerido, como prueba de aquel increíble prodigio. Los libros de texto sobre ésta temática o época (no todos) tratan a este libro de manera muy distinta a como son tratadas las novelas realistas del XIX o de otro momento histórico. Con el nombre de Realismo Mágico se etiquetaría a los hechos realizados por personajes como el padre Nicanor. También en este libro aparece un personaje femenino encantador, Remedios la bella. La peculiaridad de su vida (entre tantas) es que no murió sino que ascendió al cielo entre unas sábanas. Este hecho es definitivo, dentro de la Crítica Literaria, para catalogar a este libro en este subgénero o categoría narrativa.
Visto lo anterior,  yo me pregunto, ¿qué hace la gente yendo caminando durante todo el 14 de agosto con el fin de llegar a la basílica de la Virgen de  Candelaria? ¿Qué se celebra el 15? La Asunción. Es decir, la conmemoración (el recuerdo) de una mujer que fue asida al cielo. Si estuviera demostrado, todavía podría entender que Occidente fuera un lugar real, y no mágico (en el sentido más crudo de la palabra).
Lo más curioso es que el Cristianismo (pilar de Occidente) es una religión donde la fe es uno de sus pilares. ¡Ahí la trampa! Hace tiempo que explico que el Realismo Mágico es un acto de fe, como la vida misma en Occidente diariamente.
El padre Nicanor necesitaba el chocolate como estímulo y como prueba para su demostración. ¿Qué harán los notarios en este mundo nuestro tan mágico, ¡también!, para demostrar que son avales de un seguro de vida?:
¿Su firma? ¡No!, eso es demasiado inteligente en una sociedad que carga estatuas de mujer y luego descuartiza a las propias mujeres.
¡Lo confirman los papeles! ¿Qué papeles? Hace poco fui a un registro de la propiedad (no pienso escribirlos con mayúscula), y me juraron y me perjuraron que no tenían la nota simple que yo buscaba, habiendo sido registrada previamente por ellos: en papel, en soporte digital y en otros soportes. Se ve que en el soporte mental no se registró. Luego apareció, pero porque yo me puse en actitud registradora con ellos.
Los bancos. ¿En serio? Con la llegada de la crisis, algunos bancos recibieron gratis dinero de personas, fuesen o no clientes suyos, para luego vender el mismo dinero a un precio desorbitado. Esto se me parece al timo de la estampita, pero en esta ocasión el sobre de las estampitas (con forma de crisis) está casi vacío. El anzuelo del cambiazo está, en este caso, en la necesidad de dar pena, en vez de fingir que se es tonto como en la versión clásica del timo. Está claro que son pillajes en ambos casos. ¿Cómo un seguro de vida puede estar avalado por alguien que tima o que incita a ser timado? ¡Qué vida se puede asegurar así! Una vida en sufrimiento, sin duda.
Lo avala el gobierno en última instancia. ¿Cómo proponer un seguro de vida, si lo más seguro es que es que no haya nada seguro? Y si no recuerden la foto de las Azores, después de que 10 millones de almas gritarán y patalearan pidiendo seguridad.
El circo de la realidad. ¡Ya quisieran! El “pan y circo” ha evolucionado  hasta la “Rebelión de las masas”. ¿Qué vendrá después?… ¡Venga, venga, señores notarios! ¡Den fe!
Su presencia. Tampoco, aunque casi estuve a punto de no tachar la palabra. Que la imagen social que desprenden y la nobilísima actitud de sus maneras, más el aderezo de la foto del Rey y alguna que otra bandera reposando sobre un mobiliario de madera, (¡claro!), sea una garantía, entonces le pediríamos a Pablo Motos que fuera el garante del humor inteligente en España. ¿Verá inteligencia Pablo Motos en reírse de todo el mundo sin quedar mal? ¿Serán entonces los notarios, por extensión,  garantes de alguna cosa?
Ahora mismo me apetece una taza de chocolate…
(Continuará…). ¡Qué bien! Siempre me apeteció escribir esto, jeje… ¡Pues lo dicho!, ¡continuará!

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